sábado, 5 de noviembre de 2011


Las complicaciones propias de la naturaleza femenina 



Sobre las dudas de embarazos, los productos de higiene femenina y las malas jugadas del lenguaje




Si hay algo que de chiquita los “adultos” de mi entorno dulcemente me han afirmado y re-afirmado es cuán doloroso es ser mujer.
Crecí, sin duda alguna, con esto en mente para poder, yo solita, ir detectando y alistando estos males que las mujeres padeceríamos de por vida (mi madre nunca fue muy explicativa que digamos y hasta me dirigió al diccionario cuando le pregunte que corno era un “orgasmo”, su evasión de este tipo de preguntas fue siempre tan abismal que incluso permitió que usara este término como sinónimo de “organismo”, como una abreviatura)
De inmediato supe que el ciclo menstrual era un gran ítem en esta lista pero, omitiendo la toma de anticonceptivos que atrofian nuestro estado anímico, nunca le di demasiada importancia.
Pero si hay algo que mi inicio en las salidas, alcohol y excesos me hizo descubrir y envidiar, es la facilidad  y practicidad masculina para orinar donde sea. Si, la retención de líquidos no es una habilidad que me caracterice y detesto que un hombre haga pis cerca mío en plena vía publica cuando yo misma no puedo si quiera cambiar de posición de piernas por el dolor que llega a provocarme tanta contracción (más aún cuando algún gracioso te hace cosquillas en el área pélvica burlándose)
Por otro lado y de alguna manera, me alegró ver y saber el pudor del hombre ante accidentales erecciones (tengan en cuenta que terminé mi secundaria en un curso de 36 chicas y 2 chicos a los que, sin discreción alguna, apuntábamos cada vez que se encarpaban) a modo de venganza por nuestras limitaciones femeninas.
Por supuesto que el lenguaje abarca todas y estas cuestiones; por más libres que nos creamos somos presos de él y nos expresamos combinando las unidades que la lengua nos presta (si, mi próximo parcial es sobre lingüística)
Ahora bien, habiendo tantas palabras y palabrotas, me sigo preguntando por qué no hay un término sinónimo de puta para los hombres (y que, a su vez, tenga una denotación negativa) ni por qué ciertas profesiones necesiten un ‘la’ para indicar que es una mujer de quien hablamos.
Al volante, el machismo es aún más evidente. Una infracción cometida por una mujer pareciera ser una clara evidencia de que no nacimos para otra cosa más que para lavar platos mientras que una infracción en un hombre, es una mera distracción o una señal inútil o erróneamente ubicada (es típico de un infractor criticar el sistema de señalización vial, del mismo modo que se vuelven directores técnicos viendo un partido desde el sofá)
En situaciones algo más complicadas, llámese accidentes sexuales o fobias existenciales cuyo denominador común es el pánico al embarazo aún cuando no existe riesgo concreto alguno, son pocos los hombrecitos que se bancan el momento crucial de enfrentar al farmacéutico en la compra de un anticonceptivo de urgencia o un ‘evatest’ (nótese que en estas situaciones suele ser un moralista malhumorado el que está frente al mostrador)
Recuerdo varias situaciones de este tipo y, para que no me juzguen de irresponsable y atorranta (sé que se tientan a pensar esto), creo conveniente aclarar que la mayoría de estas veces fueron alucinaciones y/o una falsas lecturas de ’señales’ o casuales encuentros con mujeres terriblemente embarazadas (sospecho incluso una fuerte intuición e inclinación de estas mujeres para pasarse por enfrente nuestro en esos momentos)
Son típicos, también, comentarios estúpidos de terceros quienes, haciéndose los preocupados, te preguntan por el tamaño-dolor-color-textura de tu pecho confundiéndote aún más porque, es de público conocimiento, que en vísperas de todo periodo menstrual las tetas sufren cambios de varios o todos de esos aspectos. Pero en esos momentos todo parece alimentar la duda por lo que lo más probable es que una, como una idiota perseguida, se encierre en el baño y frente al espejo se las mire y palpe haciendo morisquetas con ellas como si fuesen a darnos la respuesta que buscamos.
Una mujer desesperada es capaz de consultar tarostistas, galletas de la fortuna facebookeanas o paquetes de rocklets (confiando plenamente en que el color del confite que sacaremos valdrá por un si o un no a nuestra duda) para intentar adivinar el futuro pero el momento de la verdad, la farmacia, resulta inevitable finalmente.
Por más discreción y despreocupación que uno intente demostrar, el farmacéutico parece esperar ansiosamente que jovencitas preocupadas se aparezcan y a veces pienso que en experiencias como estas se basan las charlas de pasillo de la jerga farmacéutica. Porque incluso averiguando el nombre comercial o la droga específica en google y pronunciándolo por lo bajo, el farmacéutico insistirá y, en voz mucho más alta, corroborará el pedido diciéndote “Ah! la pastilla del día después necesitás vos?!”, para que el resto de los presentes en la farmacia, que aparenta nunca haber pasado por lo mismo, te saque una radiografía con solo mirarte.
Cabe aclarar, sin embargo, que suele haber algún que otro muchacho que, en un gran gesto de compresión, acompañe a la posible embarazada a la farmacia y que, lejos de pasar por desapercibido, termine involucrando al farmacéutico en el problema con comentarios tales como “O no que si se olvidó 3 pastillas no pasa nada?” o “Pasó que se nos pinchó un forro y…”. Así de explícito y gráfico como nunca antes, y como si nada.
Ni hablar de las promesas sobre el bidet que se pronuncian casi a modo de rito cuando por fin llega Andrés y el miedo termina yéndose.
Como si esto fuera poco, y agregando otro ítem a la lista de complicaciones propias de la naturaleza femenina, no podemos siquiera comprar un producto de higiene íntima sin que su propio nombre lo deje totalmente en claro (siendo Dermovagisil el más conocido en el mercado)
Los hombres no tiene penólogos ni nada semejante que se ocupe de la salud de su miembro mientras que las mujeres tenemos ginecólogos (que es casi como decir vaginologos) que, a diferencia de los urólogos (que fonéticamente no guarda relación alguna con el pito sino son el pis en general) se encargan de la vagina.
Podemos de todos modos tomarlo como un halagador legado de los griegos (ginecología= del griego gynaika: ciencia de la mujer) y pensar que estos tipos quisieron que la rama de la medicina que se encargara de nosotras fuese algo mas especial. Supongamos.
En fin, habrá que usar mas forros y obligar a los forros que pretendan hacerse humo cuando la duda nos enloquece a que nos acompañen a comprar el ‘Norgestrel Max’ al farmacéutico de la otra punta de nuestro barrio, si es posible.



viernes, 28 de octubre de 2011



El pateticismo del despechado (RELOADED)

Sobre los ex’s novios mediáticos, la influencia de la tv y música basura y el amarillismo en las rupturas amorosas.




Como suele suceder y ya he dicho en anteriores publicaciones, lo que se termina siempre deja un  souvenir  de recuerdo, o secuelas en su defecto,  especialmente en las relaciones amorosas.
La mía  finalmente (y hace rato) llegó a su fin, valga la redundancia, y hoy quiero compartirles las curiosidades del post-corte que les prometo los sorprenderá y divertirá el rato.
Como suelo hacer cada vez que escribo publicaciones auto biográficas, utilizaré nombres ficticios para referirme a los protagonistas. Llamaré Pibe ‘N’  a mi subestimado ex novio y Señorita ‘F’ a una participante que luego introduciré.

No entraré en detalles sobre mi sepultada relación amorosa pero creo conveniente comenzar una breve descripción de la situación post-ruptura apuntando una cuestión no menor: durante unas semanas montamos la segunda parte de la conocida película “Viviendo con mi ex”.
Si, si, quien les escribe encarnó a la increíble Jennifer Aniston en una tragicómica situación de convivencia con un ex con quien no se entablaban más que  diálogos monosilábicos y escenas varias de llanto de su autoría (y, supongo, típicas de sujetos como él que escuchan Arjona) propias de programas como “Gente que busca gente” (con Franco Bagnato, lo recuerdan?)
Creo que este incómodo y bizarro período no superó las 2 semanas pero, créanme, dentro del hogar, todo parecía suceder en cámara lenta por lo que traté de engordar mi agenda a más no poder para evitar embarazosos cruces. Por supuesto que estas constantes salidas fueron motivo suficiente para más de un planteo, sin sentido, que por lo general, terminaba en portazo o ironía en su estado más puro.

Recuerdo incluso una memorable clase de la facultad con mi estimada profesora Rogieri quien decidió preguntarme, a modo de parodia para explicar un tema de lingüística, con quién vivía e instantáneamente me volví la gracia del salón. Traigo precisamente este recuerdo al relato porque fue felizmente al concluir la clase que recibí un sms de Pibe ‘N’  avisándome que había conseguido lugar y ya se había mudado. La alegría fue tan grande que, fiel a mis creencias religiosas de ley de atracción y fluir de buenas energías, me vi obligada a agradecerle a mi profesora por su intervención divina.

Pasada y pisada la eventualidad de la convivencia, sólo escasos reclamos y juegos púberes quedaron de por medio (entiéndase por juegos  púberes aquellos intentos infantiles del abandonado por saber de la vida amorosa/sexual de la zorra abandonadora en los que, por ejemplo, se acosan vía redes sociales, a los amigos de la zorra abandonadora en busca de información. Así es, eso que usted y yo habremos hecho, seguramente, en el esplendor de nuestros inocentes 13 o 14 años)
Estando ya en un bello período y gozando plenamente de una re-estabilización, no sólo económica sino también afectiva- emocional, llegó a oídos de Pibe ‘N’ un estrafalario chisme de pasillo (de, pongámosle, ‘Ideas del Sur’ para ser gráficos y descriptivos) sobre la más temida de todas las desgracias: cuernos.

Pibe ‘N , anteriormente, me había comentado ( y muy orgullosamente)sobre  una previa relación en la que su ex pareja le había sido secretamente infiel por lo que él decidió cobrarse tal ofensa, nada ni nada menos que follándose a la hermana de su ex.
Horrorizada ante eso, supe de ante mano (por más que no soy buena para engañar ni me siento a gusto haciéndolo) que jamás debería hacerlo con él, por más que no viera a mi hermana de casi 40 años haciendo nada raro con él, claro.

Antes de proseguir con el relato, debo, además,  contarles que pasada mi etapa post-corte (que hacía ya meses venía en camino pero con obstrucciones emo-arjoneanas que lo impedían) comencé a frecuentarme con una figurita repetida del pasado con quien estabilicé, también, otras cuestiones.

Vale aclarar, también, que Figurita Repetida  había, casualmente, terminado una relación hacía un par de meses con la Señorita ‘F’  y venía remando contra viento y marea, reproche y llanto. Algo parecido a lo que, quien les escribe, había estado viviendo durante el rodaje de “Viviendo con mi ex 2”.

En fin, el  chisme, como les decía, había llegado a Pibe ‘N’  por la mismísima Señorita ‘F’, quien  a su vez (y aquí abrochen sus cinturones que los puteríos requieren de especial atención para no perderse) había sido ‘informada’ por una muchacha a quien cariñosamente apodaremos ‘Layuta’.
‘Layuta’, en su afán de mantener a sus amigas enteradas de la pura verdad  (y resaltaré, no inocentemente, mantener a sus amigas), terminó por inventar una mini novela (que de seguro hubiera sido un éxito en la tv mexicana) en la que, quien les escribe, era la tercera en discordia.  
 De golpe y porrazo me vi involucrada como culpable y causa directa de la ruptura entre Figurita Repetida y Señorita ‘F’.

Conjugar dicho y hecho nunca ha sido fácil para un despechado y podrá corroborarlo en los renglones siguientes.
Señorita ‘F’, de quien ya he recibido pseudo-amenazas e insultos varios por ‘haberle robado’, acechó  vía sms (y de forma presencial, también, por cierto) a Figurita Repetida durante largas semanas. Además de esto, Señorita ‘F’, luego de una ardua investigación (en la que supongo dio con mi paradero) dedujo, por el inactualizado estado sentimental de Facebook de mi ex, Pibe ‘N’, que él y yo todavía seguíamos juntos por lo que su versión fue incorrecta desde un principio (y aún mayor su ira).

Pibe ‘N’, por el contrario, brillaba por su distancia física y no hubo noticias de su parte más que una naciente y sospechosa amistad facebookeana entre él y la Señorita ‘F’.
“Es al pedo, uno los deja y el despecho los amontona”, me comentaba una amiga que vivió una experiencia algo similar. Y estamos casi a punto de adherir.

La fórmula chisme + despecho suele traer exorbitantes resultados por lo que me mantuve algo alerta hasta que mi curiosidad me obligó a contactarme directamente con Pibe ‘N’para averiguar si lo que todos sospechábamos había sucedido.
Tras varios intentos fallidos del despechado por desmentir la realidad (de nuevo, inspirado en canciones y escenas Arjonenes), terminé por afirmar que, finalmente, Pibe ‘N’ y Señorita ‘F’ habían exitosamente concretado , titulando así la historia que ellos mismos dieron por escribir “la triste venganza de los despechados”; sintetizando en un cúmulo de pulsión sexual, sus más afligidos y fogosos sentimientos de desamor.


 Ahora bien, queridos lectores, creo conveniente un repaso general del relato de hoy a modo de moraleja.

1) No confíe en quien escucha Arjona y se jacta de ello.

2) No se deje tentar por la tragedia, evite escenas de llanto y novela  en el proceso de ruptura amorosa (puede que su ex se vuelque a la escritura  y comparta su experiencia)

3) No permita, bajo ninguna circunstancia, que su pareja mire más de dos horas de televisión en su casa mientras no encuentra empleo.

4) Por más estúpido que le suene, mantenga actualizado su estado de relación en Facebook (uno nunca sabe cuántos despechados y espías se encuentran al acecho)

5) Sea hombre o mujer (y disculpen pero me inclinare más por mujer), no se rebaje a pelear con un desconocido por la re-tenencia de un ex.


Sin más que comunicarles por el día de hoy, los despido y espero que hayan encontrado útiles mis consejos de  consultorio. Y por favor, si no lo hicieron, vean la película “V for Vendetta”, esa sí que es una buena peli que, de seguro, los protagonistas de mi relato no deben haber visto.

Hasta la próxima!


















domingo, 16 de octubre de 2011



El eterno resplandor de una persiana con agujeros


Luego de una larga y riquísima jornada intelectual que terminó por dejar mi cerebro en corto, decidí que no habría mejor plan para mi viernes de jubilada que dormir y, en lo posible, no soñar con cuestiones universitarias.
Fue así que con una larguísima lista de canciones que incluía desde Joy Division hasta Sumo y temas sueltos de mi playlist quinceañera titulada “para el suicidio” (cuyas canciones mejor no detallar) me fui a acostar.
Con el play presionado, el volumen cuidadosamente testeado y mis hijos perros ya purgados, por decirlo de alguna manera, me perdí en el placer puro de mis veneradas sábanas de seda (una de las inversiones más inteligentes que pude haber hecho) que responden perfectamente a mi inestabilidad emocional: no me asfixian ni me abandonan, solamente me acarician.
Por más sueño que tuve no pude escaparle a las diapositivas que por mi cabeza se cruzan, a modo reflexivo, sobre las escenas relevantes del día y sobre aquellas que termino por imaginar porque nunca se concretaron.
Y bien, introspección finiquitada, posición ideal encontrada, sólo quedaba por esperar que vos, sueño, pasaras a buscarme y me llevaras bien lejos, idealmente, a un cuadro de Dalí o algún que otro surrealista.
Minutos posteriores, en esos en que te preguntas ‘qué pasa que el tren onírico no pasa? piquete en la fase rem?’, me vi en unas de las mejores posiciones para dormir de toda mi vida. La almohada en un admirable abrazo con mis codos y a una altura súper confortable para mi problemático cuello. Las sábanas, como nunca, perfectamente estiradas y ajustadas al colchón y el acolchado más suave que nunca y con una riquísima fragancia a recién lavado.
Conforme y alegremente sorprendida ante tanta perfección consideré, por un momento, sacar una instantánea mental de tan perfecto momento para recordar detalladamente la posición de cada cosa, incluso la mía.
Inmediatamente supe que tanta información no entraría en mi cabeza por lo que descarté la idea y hundiendo un poco más mi cabeza en la almohada, cerré mis ojos planeando no volverlos a abrir hasta próxima alarma botona de mi celular.
Y fue ahí. Fue en esa última y trágica decisión en que la escena perfecta, que por un instante consideré memorizar, encontró su final.
Cómo pudo un leve movimiento de cuello sobre la almohada aniquilar tan hermoso momento de afinidad entre cuerpo y cama?
Y no fue, déjenme aclarar, la nueva posición de mi cabeza la causante de semejante injuria sino un rayo inmundo de luz proveniente de calle que, sin piedad alguna, me apuntaba hasta dejarme no sólo ciega, sino también desquiciada.
Podrán decir que exagero y que bien podría haber movido mi cabeza  sólo unos centímetros para evitar el rayo que se colaba por uno de los tantos e inútiles orificios de las persianas, pero puedo asegurarles que existía entre mi cuello y mis brazos una congruencia tan precisa que resultaba imposible de igualar (especialmente si tenemos en cuenta que una alteración en la posición me hubiera unido directamente a la pared, si, la fría y dura pared)
Mil suposiciones pasaron por mi cabeza y el sermón maternal no fue la excepción. Hace desde que me mudé, unos 4 meses, que mi madre me insiste incansablemente en ‘cortinar’ toda la casa y no dejar ni una ventana sin vestidito. Todo se volvía en mi contra. Sospeché, incluso una conspiración entre la E.P.E y los fabricantes de persianas .Me propuse realizar cálculos numerológicos sobre la cantidad de agujeros de la persiana por hilera para descartar cualquier mala jugada del destino. Pero la rabia y mis problemitas de visión me obligaron a abortar, por suerte, tal estúpida misión.
Totalmente frustrada y despabilada ante tal incidente, me decidí a relatar este hecho y fotografiar el maldito rayo de luz de la persiana con agujeros, para que ustedes, queridos lectores, nunca atraviesen esta situación o bien, no sientan pudor en admitir que alguna vez se sintieron así de indignados por una situación tan patéticamente semejante. 




* (Esta foto no es de mi persiana pero ilustra a la perfeción mi situación. Mi cámara de fotos está en lo de Choy y  aún no fui a buscarla)

sábado, 14 de mayo de 2011

Las cosas como son, diría Sprite.

 Por más humana que sea la capacidad de simbolizar, creo y advierto que la representación de aquello por esto está sufriendo un desplazamiento que, confieso también otra cuestión, no considero accidental.
 Hace ya tiempo dejé de creer en la inocencia y circunstancialidad de las elecciones y opté por creer, en cambio, en la reflexión y la toma de conciencia. Pido así disculpas a mi ocasional terapeuta y sus reiterados esfuerzos por modificar mi memoria y, más precisamente, las decisiones de esos otros que acabaron por afectarme.
 No quiero, puedo ni debo ya subestimar las capacidades del otro a modo consuelo personal e incluso infantil cuyo fin no es otro sino la 'autoprotección' mediante una alteración de la realidad.
 No pretendo con esto mantener un índice acusador sino callar esa tribuna de reidores profesionales, como bien cita una actual publicidad, a la hora de decir eso que, sabemos, no será grato de oir.



viernes, 13 de mayo de 2011

 Volvió la chiquita esta que escribe en el blogsito

 Sobre mi regreso, el ácido lisérgico, los falsetes y el abuso de diminutivos.



Con algún que otro grano en el cutis, nuevo contrato de locación y adopciones caninas de por medio me propuse hoy actualizar mi catártico blog.

El tiempo sin frecuentar el escenario virtual que, para mí, representa este espacio fue testigo de grandes cambios en todos los ámbitos de mi vida. Gracias al universo, la tiniebla que devino de mi relación con mi ex concubina, irónicamente llamada Clara, terminó y el imperio molimuno re-brotó de los escombros luego de un turbulento ataque verbal que me tuvo de blanco. No pretendo con esto que vos, chusma que estás ahora mismo pensando en ir a contarle a Clara, hacer ningún cuelgue de trapitos al sol (de eso bien se ha encargado mi oscura ex concubina) sino describir mi actual contexto del cual surgirán propuestas a polemizar, debatir y, por qué no, burlar. Esas cosas que pasan a muy a menudo y que están tan asentadas en la vida diaria que a veces resulta difícil resaltar sino es con una lupa crítica y una mirada de reojo.

Lo que propongo es una re-lectura del alrededor, no de un modo filosófico sino de uno más bien cómico-irónico, que para problematizar asuntos están las cátedras que curso en Filosofía.

Bienvenidos.

Me gustaría entonces tirar la primer piedra. Hace unas largas semanas atrás, deambulando por el paraíso de Videoteca y habiéndome prometido no tardar más de 40 minutos en mi elección para no impacientar a Nico (nico es mi novio, por supuesto que les hablaré de él en alguna publicación más adelante, en lo posible sin que se entere) me llevé de forma casi azarosa (soy de esas imbéciles que en todo lo que hacen desafían el azar y la causalidad, aún con los colores de los Rocklets) “The acid house” y otra gran película cuyo nombre no recuerdo ni nos importa en este momento.

No sé si la habrán visto pero la peli cuenta diferentes experiencias de personas que viven al límite, por así decirlo, y en gran medida debido a las drogas. Uno de los casos que expone es el de un chico (que van a reconocer de inmediato porque actuó también en Trainspotting) que en un viaje lisérgico (que les juro que ustedes mismo parecen protagonizar por la buena construcción visual) termina atrapado en el cuerpo de un bebé conservando su mentalidad y, por lo tanto, el bebé queda encerrado dentro del cuerpo del protagonista del trip, por supuesto que con su cabeza y forma de pensar.

Partiendo de ese desplazamiento entre el muchachito y el bebé, la película se encarga de mostrar escenas de la vida de cada uno de ellos y el modo en que se comportan que, como podrán imaginar, resulta absurdo e incluso patético. El bebé, en tanto se encuentra bajo el mando de Coco, un yonkie bastante peculiar, disfruta más que nadie la hora en que es amamantado mientras que el cuerpo de Coco, en cambio, maniobrado por el bebé responde y se comporta tal como un bebé.
Hay una escena en particular de Coco tomando la teta que ilustra una fantasía que siempre tuve en mente (mal pensados abstenerse) que es la de estar en el cuerpo de un bebé y responder cuando algún adulto me hablara como quien se dirige a un osito de peluche que habla: con un desafinado falsete y un acentuado acercamiento físico, como si el bebé además de estúpido fuese corto de vista.

Así como Capusotto bien representó en uno de sus capítulos (‘la visión de la mujer’: http://www.youtube.com/watch?v=JhLO0ST3Kpc ) el mayor grado de idiotez masculina cuando pretende llamar la atención de la mujer (quien, él cree, está en celo y muere por él) el ‘primer plano’ que registra el otro sobre uno mismo no es el más favorable. Por el contrario, además de re-afirmar un gran esfuerzo por agradar al otro, nos hace ver increíblemente patéticos.

Lo mismo, creo yo, debe suceder cuando somos bebé, sólo que después al crecer no lo recordamos y luego no sabemos cómo describirlo por ende pasa al olvido. Sé que mi teoría es nada realista pero es una premisa que tengo siempre a mano y aparece cual molesto pop-up de página porno cuando voy a hablarle a un bebé.

Aún así, reflexionando sobre esta tendencia, puedo dar una explicación algo más freudiana si se quiere.
Resulta que en la timidez (por no decir autismo) de mi niñez –entre mis 3 y 5 años- fui motivo de burla de toda la salita Roja luego de que una malintencionada mesa decidió llevarme por delante.
Al grito de “Seño, buba!, seño, buba!” el resto del grupo, creyéndose expertos locutores, se rieron de mi, incluso sabiendo, por mi indisimulable cara de culo, cuánto me molestaban las burlas.
“Se dice lastimadura!” me dijeron un par de mi mesita. Pero mi lema, que desde siempre fue la ignorancia ante la crueldad del otro, fue no darles pelota.
Unas horas más tarde, posterior al incidente, esperé a que mi mamá llegara a casa para recriminarle cómo pudo haberme mentido todo ese tiempo haciéndome creer que el término buba existía y significaba lastimadura y contarle, con alguna que otra exageración para hacerla sentir mal, lo trágica que fue mi primer humillación lingüística (aclaro lingüística, tuve otras grandes humillaciones como enterarme sobre el mito de Papa Noel y no saber disimular que no lo sabía, en público, pese al dolor que me produjo).
Entiendo que las madres y todos, en general, recurramos al falsete para expresar ternura con los hijos (comprendiendo como hijos no sólo seres humanos sino también plantas y mascotas) pero si hay algo que jamás entenderé y mucho menos justificaré es el uso y abuso de diminutivos.

El diminutivo existe, exclusivamente, para designar un valor de menor tamaño o importancia de algo.
Ahora bien, tomando como base mis “Nico podés lavar los platitos que dejaste ahí tiraditos en la cocina?”, creo que hay ciertas cuestiones que debo aclarar.

Nico es un chico poco ordenado pero muy colaborador por lo que no duda en ayudarte a limpiar cuando lo pedís pero es su dificultad mantener el orden natural de los objetos y es ahí cuando mi abuso de diminutivos alcanza su máximo esplendor y mi tiranía suavizada con un dulce falsete evidencian mi frágil tolerancia (nótese con claridad en el transcurso de mis periodos).
Por ende el fin del diminutivo  aquí es el reemplazo de un insulto y, mediante su empleo, mantener la armonía de mi hogar (recuerden que tengo dos hijos caninos y perciben las discusiones a menos que se amortigüen con un dulce falsete)
“Flaqui- flaquita- gordi- negri, chiquita”. Nunca te lo dijeron y te brotó un instinto asesino? Si tu respuesta es negativa no sigas leyendo, no te quiero por acá, mentiroso/a.

No soporto que me hablen en diminutivo. Considérenlo un trauma o una susceptibilidad de sentirse inferior, me da igual. El diminutivo hace ver diminuta la capacidad intelectual del otro, por ende su uso (a menos que se limite a describir el tamaño de algo) es ofensivo.
Vayan a hablarle a un hombre de su pitito y cuéntenme cómo les va.

Hasta la próxima.