viernes, 2 de noviembre de 2012

Las conchas de las putas y las madres (Prólogo al libro de Matt Rob Lo Cascio: "ConchaTuPutaMadre")


Benditas sean las conchas y las madres, por patrocinar todos y cada uno de nuestros momentos de mierda. Pero más benditas sean las putas, porque es gracias a ese atributo que logramos convencernos que no es de la madre propia de quien estamos hablando.     
Las loras no son la excepción, pero dudo que los insultos en sus nombres les afecten tanto ya que es de público conocimiento, o no, que las loras no tienen concha; ahora bien, no me sorprendería que los habitantes de La concha de la lora se muestren algo desconcertados ante nuestro tan popular insulto.
Por qué será  que acudimos a la entrepierna materna para blasfemar o exaltar el carácter de infortunio de un evento? Es, acaso, la concha, la raíz de todas las desgracias?  Sí y no.
Por qué existe un maleante? Porque una concha lo parió. Cómo se define, entonces, a ese sujeto? Como un hijo de puta. Por qué? Porque el maleante nunca es uno, es otro y ese otro es hijo de otra madre, que no es la propia y entonces es puta.
De todos modos, si profundizamos un poco más el análisis, nos topamos con que, en ocasiones, también nuestra madre es puta: ‘la re concha de mi puta madre’. Cómo se explica esto!? Que tan hijo de puta  hay que ser para putear de esa forma? La respuesta es muy simple. Existen desgracias  que evidencian tanto nuestra culpa o estupidez que nuestra honestidad, sólo por cola de paja, sale a la luz decidida a hacerse cargo de la cagada cometida nada más ni nada menos que embarrando a la propia madre. Por qué? Porque somos unos eternos cobardes que, en vez de decir ‘la re pija’ o ‘la re concha mía’, nos eximimos de cualquier responsabilidad hundiendo y emputeciendo a nuestra madre.
El procedimiento, de claro tinte freudiano, que nos lleva a tal conclusión, advierte  un límite de mala leche en cada uno de nosotros que, una vez excedido, hace necesario un relegamiento de responsabilidad a la progenitura, puesto que únicamente una herencia puede explicar tanta mala leche y tal herencia no puede venir sino de una madre.
Si intentamos graficar un poco la fórmula, se vería algo así:
‘No puedo tener tanta mala leche’ – por eso, como consecuencia    ‘La re concha de mi puta madre’ (no puedo tener tanta mala leche, esto es herencia materna)