sábado, 5 de noviembre de 2011


Las complicaciones propias de la naturaleza femenina 



Sobre las dudas de embarazos, los productos de higiene femenina y las malas jugadas del lenguaje




Si hay algo que de chiquita los “adultos” de mi entorno dulcemente me han afirmado y re-afirmado es cuán doloroso es ser mujer.
Crecí, sin duda alguna, con esto en mente para poder, yo solita, ir detectando y alistando estos males que las mujeres padeceríamos de por vida (mi madre nunca fue muy explicativa que digamos y hasta me dirigió al diccionario cuando le pregunte que corno era un “orgasmo”, su evasión de este tipo de preguntas fue siempre tan abismal que incluso permitió que usara este término como sinónimo de “organismo”, como una abreviatura)
De inmediato supe que el ciclo menstrual era un gran ítem en esta lista pero, omitiendo la toma de anticonceptivos que atrofian nuestro estado anímico, nunca le di demasiada importancia.
Pero si hay algo que mi inicio en las salidas, alcohol y excesos me hizo descubrir y envidiar, es la facilidad  y practicidad masculina para orinar donde sea. Si, la retención de líquidos no es una habilidad que me caracterice y detesto que un hombre haga pis cerca mío en plena vía publica cuando yo misma no puedo si quiera cambiar de posición de piernas por el dolor que llega a provocarme tanta contracción (más aún cuando algún gracioso te hace cosquillas en el área pélvica burlándose)
Por otro lado y de alguna manera, me alegró ver y saber el pudor del hombre ante accidentales erecciones (tengan en cuenta que terminé mi secundaria en un curso de 36 chicas y 2 chicos a los que, sin discreción alguna, apuntábamos cada vez que se encarpaban) a modo de venganza por nuestras limitaciones femeninas.
Por supuesto que el lenguaje abarca todas y estas cuestiones; por más libres que nos creamos somos presos de él y nos expresamos combinando las unidades que la lengua nos presta (si, mi próximo parcial es sobre lingüística)
Ahora bien, habiendo tantas palabras y palabrotas, me sigo preguntando por qué no hay un término sinónimo de puta para los hombres (y que, a su vez, tenga una denotación negativa) ni por qué ciertas profesiones necesiten un ‘la’ para indicar que es una mujer de quien hablamos.
Al volante, el machismo es aún más evidente. Una infracción cometida por una mujer pareciera ser una clara evidencia de que no nacimos para otra cosa más que para lavar platos mientras que una infracción en un hombre, es una mera distracción o una señal inútil o erróneamente ubicada (es típico de un infractor criticar el sistema de señalización vial, del mismo modo que se vuelven directores técnicos viendo un partido desde el sofá)
En situaciones algo más complicadas, llámese accidentes sexuales o fobias existenciales cuyo denominador común es el pánico al embarazo aún cuando no existe riesgo concreto alguno, son pocos los hombrecitos que se bancan el momento crucial de enfrentar al farmacéutico en la compra de un anticonceptivo de urgencia o un ‘evatest’ (nótese que en estas situaciones suele ser un moralista malhumorado el que está frente al mostrador)
Recuerdo varias situaciones de este tipo y, para que no me juzguen de irresponsable y atorranta (sé que se tientan a pensar esto), creo conveniente aclarar que la mayoría de estas veces fueron alucinaciones y/o una falsas lecturas de ’señales’ o casuales encuentros con mujeres terriblemente embarazadas (sospecho incluso una fuerte intuición e inclinación de estas mujeres para pasarse por enfrente nuestro en esos momentos)
Son típicos, también, comentarios estúpidos de terceros quienes, haciéndose los preocupados, te preguntan por el tamaño-dolor-color-textura de tu pecho confundiéndote aún más porque, es de público conocimiento, que en vísperas de todo periodo menstrual las tetas sufren cambios de varios o todos de esos aspectos. Pero en esos momentos todo parece alimentar la duda por lo que lo más probable es que una, como una idiota perseguida, se encierre en el baño y frente al espejo se las mire y palpe haciendo morisquetas con ellas como si fuesen a darnos la respuesta que buscamos.
Una mujer desesperada es capaz de consultar tarostistas, galletas de la fortuna facebookeanas o paquetes de rocklets (confiando plenamente en que el color del confite que sacaremos valdrá por un si o un no a nuestra duda) para intentar adivinar el futuro pero el momento de la verdad, la farmacia, resulta inevitable finalmente.
Por más discreción y despreocupación que uno intente demostrar, el farmacéutico parece esperar ansiosamente que jovencitas preocupadas se aparezcan y a veces pienso que en experiencias como estas se basan las charlas de pasillo de la jerga farmacéutica. Porque incluso averiguando el nombre comercial o la droga específica en google y pronunciándolo por lo bajo, el farmacéutico insistirá y, en voz mucho más alta, corroborará el pedido diciéndote “Ah! la pastilla del día después necesitás vos?!”, para que el resto de los presentes en la farmacia, que aparenta nunca haber pasado por lo mismo, te saque una radiografía con solo mirarte.
Cabe aclarar, sin embargo, que suele haber algún que otro muchacho que, en un gran gesto de compresión, acompañe a la posible embarazada a la farmacia y que, lejos de pasar por desapercibido, termine involucrando al farmacéutico en el problema con comentarios tales como “O no que si se olvidó 3 pastillas no pasa nada?” o “Pasó que se nos pinchó un forro y…”. Así de explícito y gráfico como nunca antes, y como si nada.
Ni hablar de las promesas sobre el bidet que se pronuncian casi a modo de rito cuando por fin llega Andrés y el miedo termina yéndose.
Como si esto fuera poco, y agregando otro ítem a la lista de complicaciones propias de la naturaleza femenina, no podemos siquiera comprar un producto de higiene íntima sin que su propio nombre lo deje totalmente en claro (siendo Dermovagisil el más conocido en el mercado)
Los hombres no tiene penólogos ni nada semejante que se ocupe de la salud de su miembro mientras que las mujeres tenemos ginecólogos (que es casi como decir vaginologos) que, a diferencia de los urólogos (que fonéticamente no guarda relación alguna con el pito sino son el pis en general) se encargan de la vagina.
Podemos de todos modos tomarlo como un halagador legado de los griegos (ginecología= del griego gynaika: ciencia de la mujer) y pensar que estos tipos quisieron que la rama de la medicina que se encargara de nosotras fuese algo mas especial. Supongamos.
En fin, habrá que usar mas forros y obligar a los forros que pretendan hacerse humo cuando la duda nos enloquece a que nos acompañen a comprar el ‘Norgestrel Max’ al farmacéutico de la otra punta de nuestro barrio, si es posible.