jueves, 29 de mayo de 2014

Mi miedo a volverme una conchuda

No quiero que me pase pero a veces siento que ya me está pasando. No sé si debiera relacionarlo con el acercamiento a los treinta porque honestamente no me genera miedo ni nada semejante y hasta tomo con humor que los cordobeses de atención al cliente de Movistar me sigan llamado 'señora Luna'.
Lo cierto es que últimamente estoy teniendo ese pensamiento de mierda muy similiar al 'yo a tu edad' que le quita valor a los dichos y actos de los otros si estos otros están por debajo de los veinti y quieren cambiar el mundo. Como si de pronto todo intento revolucionario me pareciera tierno porque en el fondo pienso que jamás será real.
Es más que obvio que mi pérdida de moral tiene mucho que ver en esto, Mi boicotera interna me dice 'claro, ahora que dejaste de ser veggie por un tiempo ya no creés en nada y boicoteás las ilusiones y convicciones ajenas, ¡qué predecible!'. Yo también quería salvar a las ballenas y de chiquita me deprimía bocha la extinción de muchas especies y fue entonces que empecé a torturarme con videos de peta.org sobre la matanza de animales diciéndole adiós al bife de chorizo y hola a los sermones pro-carne de mi familia. Ellos aseguraban que sin carne ni me arrimaba a los treinta.
Pero seamos sinceros, yo también creo muy adentro mío que soy una transgresora por no comer en Mc Donalds sin embargo, por más anti-imperialista que pretenda ser me dejo tentar fácil por los cafecitos de oro y de mierda de Starbucks. Si eso no es hipocresía, ¿qué es?. Es como criticar a la gilada y juntarte con ellos o, lo que es aún peor, enamorarte de un gil.
Ahora pareciera que cagarte en tus viejas convicciones y rendirte ante el consumismo tiene su lado a cool y no puedo evitar culpar a los hipsters de ello que, a mi parecer, lo tienen como premisa: 'Así que es cool odiar Mc Donalds? Entonces nosotros los vamos a amar'.
El  si no puedes contra ellos únete reclutó tantos followers que ahora estamos totalmente descreídos, inmoralizados diría Bunny.
Me acuerdo años atrás cuando milité para Anima Naturalis y con un ejército de hermosos soñadores liderado por el bombón de Gastón Pauls protestamos contra la peletería con unos valientes que se quedaron en bolas en pleno Obelisco - y en pleno invierno- y vuelvo a mirarme ahora y me pregunto: ¿qué carajo me pasó?.
Por eso retomo la idea, mi miedo a los 30 no es a no haber hecho lo que otros esperaban que hicieras ni a las patas de gallo que ya tengo sino a llegar hecha una cerda capitalista que sufre porque no llega para el 42  pulgadas que sus amigas ya tienen. Eso si que me da miedo.



martes, 27 de mayo de 2014

Juan Carlos, la nena!

El regreso a casa fue drástico pero por sobre todas las cosas inesperado. Si, nos habíamos peleado feo con insultos y división imparcial de bienes y perra. Yo huí rescatada por mormones y él se quedó en la habitación que habíamos alquilado con la Mumi, nuestra hija canina.
A la espera de un giro de dinero, la familia de Fernando y sobre todo Fernando mismo, me cuidó hasta que finalmente me mudé al hostal donde encontraría a la Negra, Laura, la uruguaya que conocí en Perú. La negra también me adoptó y cuidó todos esos días del orto post-ruptura en los que una no para llorar, comer, lamentarse, maldecir y mirar facebook compulsivamente . Me fue bastante bien, conocer gente y estar rodeada casi todo el tiempo te inhibe bastante las lágrimas. Eso si, llegás a la almohada y una vez escondida bajo el cubrecama no hay dique que te frene la catarata de llanto salado.
Con el paso de los días, también pasó la bronca, el resentimiento y todo ese gusto amargo que deja una ruptura que parecía cada vez más encaminarse a un arreglo. Había mucho por hablar pero al menos las ganas de llegar a un acuerdo de a poco asomaban, por mas retraso que oponía el orgullo.
Mi madre poco y nada sabía de todo esto. Poco sobre mi necesidad de dinero y nada sobre mi relación. Preocupar a una madre a la distancia es peor que joder a tu novio con un embarazo. Mucho peor.
Ella solo quería que yo regresara a mi casa, cerca suyo y siguiera con mi vida antes de irme con ese pelado aventurero que seguro me enseñaba cosas de jipi o embustero. O al menos eso creía ella.
'Tu mamá está como loca, te aviso, hace días que no podemos hablar de vos porque se pone a llorar'. Mis familiares no exageraban en lo más mínimo. Bastó con abrir facebook una mañana más tarde para ver el mensaje trágico que lo corroboraría: 'te compré un pasaje. ya tenes todo reservado. te volvés el 21 en avión. besitos'. Mi cara se desfiguró peor que la de Carlín Calvo en su peor momento, pobre muchacho. La insulté muy suavemente para no herirla (nunca se le desea un mal muy fuerte a la madre, por las dudas) y de inmediato salí en busca del pelado. Tenía que encontrarlo urgente, el pasaje era para dos días mas tarde. El tic tac del reloj había empezado la cuenta regresiva y la acidez volvía a alterarme los jugos gástricos; salí cagando.
Agarré una de las bicis gratis de esas que hay en Quito y pasé por todos los semáforos donde él solía trabajar. No  aparecía por ningún lado. Devolví la bici y me fui a un cyber; al fin lo encontré conectado. 'Boludo, te quiero ver. Me voy, mi vieja me sacó un pasaje, me re cagó'. Él no entendía nada ni demostraba ni un tercio de la desesperación que yo cargaba. Me hablaba frustrado, casi desinteresado; yo estaba devastada. Para él, yo lo estaba dejando. No importaba la intervención de mi vieja ni nada, el hecho era que yo me iba y eso le molestaba muchísimo. No podía culparlo.
Volví en el trole de las siete de la tarde, el más lleno de todos, toda aplastada y con la cara arrugada de tanto llorar. Había tanta gente que no podía moverme y me bajé dos paradas más tardes  porque no llegaba a la puerta. Cuando bajé llovía. Todo era una mierda, y todavía faltaba llegar al hostal, contarle a la negra lo patética que había sido y la hazaña mala leche de mi vieja.
Pasado todo eso, le dejé escrito en facebook que al día siguiente, mi último día en Quito, iba a estar  a las cinco en la plaza de El ejido tratando de dar en adopción al perrito de los mormones. 'Si te pinta, venite, te quiero ver antes de irme.'
A las seis y viendo que no venía. me conecté desde un cyber para ver qué había pasado. En el camino al cyber el perrito que de tan bebé entraba justo en mi campera, comenzaba a despedir algo calentito. El cachorro me había cagado por completo, toda la remera que tenía debajo y una parte de mi bombacha; pero poco me importó. Me conecté cinco minutos para descubrir que no había visto mi mensaje. Para hacer chistes, el destino se estaba zarpando.
Volví triste y cagada a la plaza para por suerte dar con el padre del perrito, un colombiano que al pasarme por al lado y ver el cachorro se enamoró a primera vista. Se lo ofrecí rogándole que se hiciera cargo y dejándole mi mail, facebook y tres dólares para la leche. Lo vi tan feliz con el bebé en brazos que me quedé super aliviada. Regresé nuevamente en el puto trole de las siete, esta vez pude bajar a tiempo.
Esa noche con la negra comimos un pescado riquísimo y hablamos horas de nuestras desgracias amorosas y lejos de hundirme, me hizo muy bien. Escuchar historias ajenas y tomar distancia de las tuyas te hace ver las cosas de otro modo. La negra había pasado cosas duras en serio. Lo mío era una peleíta más, sólo que implicaba un distanciamiento físico que pesaba y dolía. Nos abrazamos fuerte y me fui a dormir, yo tenía que levantarme a las cinco para irme al aeropuerto.
El check-in fue la escena más desgarradora de todas o al menos está  en el top tres de peores momentos del viaje. El puesto dos se lo llevó el despegue del avión. Escribí un poema tan triste en el vuelo que jamás lo voy a publicar y lloré todo el tiempo contra la ventana para que nadie viera lo patética y triste que me sentía. Si, pude haber rechazado el pasaje y elegir quedarme pero las madres nos pesan y también entendía su dolor. 'Como mucho puedo volver', fue con el verso que elegí consolarme
"Tanto estudio al pedo, decime una cosa: ¿qué pensás hacer de tu vida? ¿por qué elegís vivir así como los crotos? Dejate de joder con eso de andar viajando así". Ya van tres o cuatro veces que intento explicarle que yo no planeo viajar 'de hippie' por el resto de mi vida y que incluso eligiendo eso ella no debería interferir ni tomar decisiones por mi. Pero no termina de entenderlo , y mucho menos mi padrastro: "La piba empezó a ser así después de que se escribió todo el cuerpo, Cristina, vos no te das cuenta?". Estoy convencida de que ambos se metían ficha mutuamente. De que él seguramente le habría reprochado dejarme ser y hacer lo que quisiera y que ella lo lamentaría y se sentiría culpable.
Mi mamá siempre creyó que sería como mis otras compañeritas de la escuela, como Mara quizás, que ya se casó y tiene un trabajo 'bien', o como la Colo, que tiene muchos trabajos y se viste siempre tan lindo. Pero no, le salió una Moli que ya dejó cinco carreras por la mitad y que aún sigue pensando qué otras cosas estudiar y qué otro número de semáforo armar para su próximo viaje.
De chiquita cuando algún peligro rondaba o cuando mi padrastro reaccionaba feo frente a otra gente como para iniciar una pelea -era y es un tipo calentón- mi mamá lo frenaba diciéndole ' Juan Carlos, la nena!', como recordándole que yo estaba ahí y que tenía que cuidarme.  Y si bien ahora estoy acá y por ser padres sienten que deben seguir cuidándome, mi meta es que le diga:  'Juan Carlos, soltemos la nena!.






lunes, 19 de mayo de 2014

El rescate mormón

Se fue todo al carajo. ¿Viste cuando no tenés Internet y te ponés a hablar de cosas que no dan y llenás el tender con trapitos al sol? Bueno, algo parecido nos pasó a nosotros. No lo hagan en casa.
Fueron tardes interminables de orgullo, silencio y caras de culo. La discusión sacó lo peor de nosotros aunque también nuestros mejores dotes actorales, debo decir. De a ratos él hacía de víctima y yo de zorra e íbamos invirtiendo los roles cuando veíamos que lo que decíamos no tenía sentido o no convenía ser comentado. Por momentos, la cosa parecía un partido de ping pong, nos tirábamos raquetazos de nombres -fantasmas- del pasado; un desfile patético de muertos vivientes.
Casi a mitad del partido,  la escena me superó y al grito de '¡Dame plata que me voy!' agarré mi valija y sin dudarlo ni pensarlo saludé a la perra con un beso de despedida tan fuerte que casi le trago el hocico.
'No, no te doy nada', me dijo él. Genial, sin lugar ni plata. Pero en  momentos así uno no mide esos detalles sino los  portazos que planea dar. Como es de suceder en mi historial de portazos  mal ejecutados, luego de azotar la puerta recordé que mi campera bordo en la pieza: tuve que volver a entrar; el abrigo valía la humillación.
Nos gritamos unas puteadas de despedida mientras salía hasta que llegando a la vereda le cayó la ficha y bajó las escaleras detrás mío: 'Pará boluda, llevate plata, tomá'. Pero ya era muy tarde, mi orgullo y yo habiamos pactado no recibir ni un beso de despedida de él:  '¡Metétela en el orto!'
Con cara de arrepentido, dio media vuelta y volvió a la casa, su casa a partir de ese instante. La pobre Mumi no entendía nada, lo siguió corriendo como si fuese a darle de comer, yo quería raptarla, pero no daba.
Esta nueva escena era para un tema de Diego Torres o peor, Arjona. Con una mano tenía la maleta y con la otra hacía dedo. Pasaron varios autos hasta que una camioneta frenó. 'Usted no es taxi, no? Porque mire que no tengo plata'. Mi capital no superaba los trece centavos, mi locura todo límite. 'A dónde le llevo?' me dijo el muchacho. Le dije que iba al centro y como quien quiere toda la cosa, le conté que estaba sin lugar. De inmediato me ofreció alojamiento y de inmediato acepté. Dijo que me llevaría a lo de su madre, que odiaba pasar las noches solita, pero que antes tendría que acompañarlo a una clase de su universidad. 'No hay problema'. Le pregunté a qué facultad iba: 'es religiosa', me dijo, 'de los santos de los últimos días, suelen llamarnos mormones'. El bizarrómetro comenzaba a temblar.
La facultad era tanto o más lujosa que su camioneta. Me presentó como amiga e invitada a la clase y todos me recibieron con un cálido 'bienvenida hermana'. Yo me sentía en un capítulo de South Park.
La clase comenzó al minuto, era en inglés. Estábamos sentados al medio, ni muy atrás ni muy adelante, como para no llamar la atención. Como si la ubicación en el salón disimulara mi cara hinchada de seducida y abandonada, con dos días sin baño encima.
El profesor saludó a la clase, eligió a una chica de pésimo inglés para la oración del día y a otra para dirigir el tema que cantaríamos a continuación. Si, los mormones también cantan en la universidad: 'Called to serve' fue el hitazo de apertura. Una canción que sonaba a melodía de pianito de juguete pero con unas lyrics muy fuertes, muy brainwashing.¿Era una señal? De a ratos pensaba que si, que mi momento había llegado, que me convertiría en mormón post-ruptura. Por suerte, recordé todo lo que me había burlado de una ex novia de mi hermano convertida en testigo de jehová luego de que él la dejara- y rápidamente dejé de delirar.
En la clase se enseñaban técnicas para encarar gente en la calle y convencerlos de que Dios re existe. 'Esto es re Herbalife', pensaba todo el tiempo. La religión mormona era el producto y los no creyentes los clientes. Se hicieron roleplays y todo. Yo no salía del shock.
En la segunda parte y también segunda hora, vimos videos y leímos versículos de la biblia remarcando los atributos que debía tener un  buen misionero. Para esta actividad, se formaron grupos de los cuales un integrante  debía pasar al frente a exponer lo discutido. No sólo no me excluyeron del ejercicio sino que los hermanos me eligieron, casi obligaron,  a ser la vocera. Me sentía en deuda con Marco, mi rescatista, y por ende con toda la religión mormona por lo que acepté casi con gusto. Quedaron chochos. El inglés general de la clase era tan malo que de pronto yo parecía nativa. La clase ya me quería. 'Vuelva hermana, siempre es bienvenida', casi me hacen prometer que  volvería pero zafé riéndome y cambiando de tema.
Marco me llevó de su madre, una dulzura de ochenta y pico y gran lucidez que me esperaba con una sopa calentitajunto a su otro hijo, Fernando, el 'tortuga'. Fernando más que tortuga era la oveja oscurita de la familia, el católico terco que nunca cedió. Les agradecí mucho y retuve las lagrimas hasta mi cama en el cuarto de huésped. Ahí, lloré hasta que me dolieron las encías y me dormí. Llorar así, a lo catarata tiene su lado bueno: al otro día, excepto por las ojeras, estás casi nuevita
A eso de las ocho me llamaron a desayunar: café, pancitos y un plato de arroz, con carne. La mamita agradeció por la comida en nombre todos y empezaron a comer. Aflojé la mandíbula, respiré y en muestra de gratitud, me comí el plato entero. El rechazo es súper mal visto, no podía hacerme la vegeta culo roto. La culpa, por otro lado, era tal que por cada bocado mi mente me recordaba diálogos con veganos, sus rostros, sus reproches. todo. A la hora, la culpa había hecho efecto en mi estómago: un garco revolucionario, seguramente auspiciado por todos los veganos que invoqué por culpógena
Esa misma tarde,  Fernando me llevó a su taller en Carapungo donde dijo que me armaría unos ula-ulas para poder trabajar. Fernando era tan bueno conmigo que me asustaba, no se frecuentan tipos solidarios que te ayudan sin querer empomarte. Pasé en total dos noches y tres días con él y su mamá, me trataron como una reina, jipi y sucia pero reina al fin.
Al tercer día finalmente recibí la preocupación de mi mamá en billetes, un giro salvador que restauró mi lado zen. Volví a respirar. Me mudé a un hostal con Laura, una uruguaya divina que conocí en Perú. Estoy súper contenida y entretenida y ganas de llorar me vienen muy cada tanto, cuando me acuerdo. Por el momento, seguimos peleando cada vez que nos vemos conectados. En estos días lo tendría que borrar, o él a mí, pero siempre encuentro un pero que me frena. Nuestra inestabilidad emocional es zarpada pero Irene tiene razón, 'seguro en el fondo quisieran besarse'. Qué mierda las relaciones. Qué nutritivo es viajar.

(homework para la próxima clase)




martes, 13 de mayo de 2014

Calienta que caliente

Estoy horrible. Y no, no es para que me digan 'na sonsa, estás re linda'. Yo sé cuando estoy linda. Me veo al espejo y veo una piba dejada que de pronto usa sweaters sueltos y se hace rodetes con el pelo todo encualquierado porque total 'somos viajeros' y 'está todo bien'. Es que hay gente tipo, no sé, Ashley Olsen, Celeste Cid que llevan re bien el look 'estoy en cualquiera' y hasta a veces les sienta mejor que cuando se re producen. Bueno, yo no soy de esas. Demasiado que en este viaje  dejé el corrector de ojeras y con suerte -y electricidad- me plancho el pelo (obvio que viajo con la planchita).
Me vuelvo a ver al espejo y criticando alguna gilada escucho un 'estás hermosa'. Guau, zarpado el amor, pienso. Suerte que venimos cogiendo lindo y me quiere posta. Digo esto porque a mi cada tanto me pasa que si me siento fea y al mirarme no me doy, me cuesta coger. Ponele que finalmente accedo -entrego- pero el pobre me tiene que laburar más; y apagar la luz. Esos son los momentos que decidí apodar CFK: 'Cayó Frígida Kahlo'. La similitud con las iniciales de la presi son pura coincidencia, posta.
En ese sentido los hombres la tienen mucho más fácil, o más complicada, según por donde se mire. A  una mina es más fácil customizarla, hacer que esté buena. Un tipo, en cambio, es lindo o no, no hay mucho por hacer. Si, bueno, el peinado y la ropa siempre suman puntos. Pero hay más chances de que sea un chabón quien se asuste más al ver con quién se despierta al lado por la mañana. La mina también, es cierto, pero del terrible pedo que se agarró y la pelotudez que terminó haciendo pero no de una mutación o gran cambio físico del loco. Si el loco estaba bueno, lo sigue estando y sino, ok, caridad.
De todos modos hay una cuestión que no termino de entender y es eso de ponernos lindos para salir. Si lo más probable (en mi caso al menos) es que nos volvamos a la media hora del antro-bar-fiesta y terminemos viendo una peli en la cama -con suerte cogiendo-, ¿para qué todo el viaje de ponernos lindos?. O, mejor dicho, ¿por qué hacerlo para salir y no para quedarnos en casa gustándonos?
Yo creo que es obvio. Y es que en el fondo, bien al fondo cruzando la calle de los celos nos cabe que nuestra pareja caliente. Esto se ve más claramente en los chabones que en vez de salir con chicas, sacan a pasear trofeos. Dudo que haya momento más glorioso y falogratificante que la agarradita de cintura, u orto, cuando todos los buitres están al acecho con el '¿estás solita?' en la punta de la lengua (tristemente muchos siguen encarando así). Aún sabiendo que gran parte de esos buitres suelte un 'qué carajo le vio ese minón a ese pelotudo' más que un 'qué ganador, mirá la minita que pegó!'. El pito se les agranda en ambos casos.
Calentar a otro hace que tu chic@ te mire con más ganas. Pero créase o no, hay sujetos que no están de acuerdo :
- Todo bien pero la verdad que tu novio te debe coger como una bestia o algo tiene porque con esa cara de salame no entiendo que hace con vos.
- Por mí, mejor. Así nadie me lo mira.
Increíblemente este diálogo fue real y lo triste es que ella resultó ser una mujer preciosa en todos los sentidos pensables y él un gil que encima de fiero la cagó varias veces.
Ni la fealdad es garantía de fidelidad ni la 'potrez' es siempre signo de calentura. Hace tiempo vi una peli de un chabón que se calentaba filmando a su mina con otros tipos. Mierda que hay fetiches raros en el mundo!
Mi novio está preocupado por su pelada y visibles entradas y cada tanto se queja en voz alta a la espera de mi aceptación. Por supuesto que lo banco,y no sólo eso, me alegro que haya algo que lo haga verse un poco feo para las demás. Yo no termino de cruzar la calle de los celos. O si, con esfuerzo la cruzo; pero prefiero quedarme de este lado que cerca del psico de la peli.


viernes, 2 de mayo de 2014

Bus a la boliviana, cistitis asegurada

Si creías que ir de compras a Once o a La salada era lo peor que podía pasarte es porque nunca fuiste a una terminal de colectivos en Bolivia. Los empleados se manejan bajo el mandato 'vendo luego existo' y poco les importa si deben mentir piadosa o alevosamente para conseguirlo.
Las terminales son como hinchadas o plateas de un espectáculo. No hay un segundo de silencio y cada empresa tiene su propio vendedor ambulante al grito de 'La Paz, La Paz, La paz' o 'Sucre-Sucre-Sucre', según el destino que ofrezca y en el tonito que considera más molesto.
La peor parte es la entrada. Si tenés cara o valija de turista, el grito va a tu cara y si los ignorás, alguno te tomará del brazo o intentará ayudarte con el equipaje con tal de que le compres. Sin dudas, lo más stalker que vi en mi vida en un lugar público.
El primer bus que tomamos, de Yacuiba  a Santa Cruz, me sirvió para saber qué recaudos tomar en los próximos viajes. 'Primera y última vez que viajo nueve horas en un bus sin baño', me dije. Con lo problemático que es mi sistema urinario, que me castiga con ardores si no orino o tomo agua cada tres horas, no estaba para andar forzando el cuerito porque sí.
El segundo viaje fue hasta Sucre, donde nos esperaba quien luego se convertiría en la protagonista del viaje: la Mumi, nuestra perra viajera. Más precisamente en Yotala, un pueblito más chico que Timbúes, Freddy, un artesano amigo del pelado, estaba cuidando de la cachorra y su hermanita.
Estaba vez estaba decidida a viajar cómoda por lo que le pedí al pela que nos aseguráramos de viajar en un bus con baño. 'Yo me encargo', me dijo. Y como muchos sabrán, el pibe suele ser algo drástico en sus métodos:
- 'Escuche papacho, ¿el bus tiene baño? Porque le explico, estoy con una cagadera terrible. Vio cuando la caca le sale bien líquida?', le dijo el hijo de puta mientras con las manos resaltaba la idea de líquido, como gestualizando la lluvia.
Ni el vendedor, ni las cholitas ni el resto de los compradores ahí presentes pudieron contener la risa y fue en cuestión de segundos que todo el ala oeste de la terminal supo que un hombre con diarrea se dirigía a Sucre. Poco me importó. Nos aseguraron que el bus tendría baño y con eso ya estaba feliz.
Con alivio y los pasajes en mano, compré una botella de agua y tomé hasta asegurarme un meíto previo al viaje. Pagué un boliviano por el uso del baño o debería decir, de la canilla y el jabón porque de pis no hubo noticias. En menos de media hora y con la presión de desagotar antes de subir, mi máquina de meo no llegó a expulsar una gota. 'Ya fue, hago en el bondi'.
Luego de alguna que otra demora y con algún que otro empujón de por medio, nos subimos y encaramos una misión que, no entiendo por qué, altera con tanta facilidad a los pasajeros: buscar el número de asiento. Estábamos en el diecialgo, lo encontramos rápido. Acomodé el bolso de mano para usar de almohadón y antes de sentarme miré hacia atrás para localizar el baño: Mana‑n  kan‑chu! Así se dice 'no hay' en quechua. El tan solicitado baño para la falsa diarrea de mi novio brillaba por su ausencia. 
El sobresalto y las ganas de mear me invadieron al mismo tiempo. 'No boludo, me muero', le dije desesperada con la vejiga casi en la mano. 'Ya fue, andá y pedile al chofer que pare en un rato, que te cagás encima. Yo una vez amenacé con cagar todo el bondi y me frenaron' fue el alentador consejo del pelado. Fui hasta la 'cabina' y le pregunté al chofer cuándo pararía, a lo que me respondió, en quien sabe que idioma, que si, que más tarde que me fuera a sentar y que, paf! me cerró la puerta. 'Yasta, me meo encima posta'.
El colectivo arrancó y como era de esperar, no esquivó un puto pozo. El cuerito se me estallaba. Volví a mirar para atrás y esta vez noté que todos los asientos del fondo estaban vacíos. Agarré la mochila del pelado y gracias a Buddha me encontré con que el cacharrito que usábamos de olla estaba amarrado al bolso. ¡Bingo!. 'Boludo, vámonos atrás. Tenemos el cacharro, vos tapame que yo meo ahí!'. Sin hacer mucho espamento, nos llevamos las cosas al fondo y esperamos a que el bus finalmente tomara una calle lisita para poder embocar. Puse una bolsa tipo camiseta dentro de mi inodoro, como para que a nadie le molestara volver a cocinar y comer de allí y empecé a probar mi equilibrio.
Me senté en cuclillas arriba del último asiento del lazo izquierdo y aprovechando que no había nadie en el penúltimo, me sostuve del respaldar para mejorar la puntería. 'Guau boluda, alto meo!', exclamó el pelado, como contándole a todos sobre el amarillo acontecimiento. 
Mi pis casi llenaba el cacharro por lo que apenas podía cerrar la bolsa. 'Abrí rápido que la tiro por la ventana', y fue así que mi adn en estado líquido voló hasta probablemente  estallarse contra algún parabrisas. Nunca lo sabré. El alivio posterior  fue tan conmovedor que él no quiso quedarse atrás: 'Yo también voy a mear pero todo bien, yo asomo la chota por la ventana y ya'. ¡Qué hijos de puta que son los hombres! Pero qué forros son los bolivianos que no tienen baños en los buses a menos que viajes en coche cama -servicio casi inexistente y el triple de caro-. 
Yo no entiendo cómo es que hacen las cholitas pero les puedo asegurar que incluso en las paradas que hace el chofer, son pocas las que mean. La mayoría se la pasa peinándose las trenzas o lavándose los dientes. Benditas vejigas.
El viaje siguió de maravillas. Teníamos todos los asientos del fondo para nosotros solitos, incluso nuestro baño privado. El camino, por otro lado, fue horrible:  ripio, piedras, subidas empinadas, quizás aplastamiento de cadáveres, no estamos seguros ni nos importaba. Mientras la vejiga está vacía viajar es un placer.
A las doce horas llegamos a la terminal de Sucre en busca de la Mumi. No estábamos seguros de cómo íbamos a localizarla, pero si de algo teníamos certeza, es de que jamás volveríamos a viajar sin el tarrito salvador en el bolso de manos.