domingo, 17 de marzo de 2013

Nos cagamos en los sabios métodos caninos.


Los hay con aloe vera  y con tiernos dibujos que generan confusión. No se sabe si uno se los está pasando por el culo, si es el culo una suerte de ofrenda o si la soberbia humana ha desarrollado un fetiche en el que sometemos a nuestro mejor amigo a la dura (o blanda) tarea de limpiarnos la puerta de salida.
Lo cierto es que el perrito de Scott y su rol social es la más convincente explicación al cuestionado acto canino de olfatear culos ajenos que, a modo de test de personalidad, parece brindar info clave sobre el perfil de un can.
Está en el culo la verdadera esencia? Por qué el culo y no los ojos, la piel o el pelo?
Les parece casual que, mientras el pelo puede teñirse, la piel puede tatuarse y los ojos pueden cambiar artificialmente de color, el culo sea inalterable?
Siempre lo intuí. Los perros son visionarios.


miércoles, 13 de marzo de 2013

Pitágoras y el sexo: cuando el orden de los factores si altera el producto


Tantas tardes de mi adolescencia malgastadas con estúpidas teorías matemáticas para que, con el paso de los años, la experiencia las termine refutando.
No es por desmerecer a Pitágoras pero quienes apliquen su famoso axioma ‘el orden de los factores no altera el producto’ en la vida diaria, o más puntualmente hablando, en la sexualidad, deben ser más aburridos y predecibles que la tabla del dos.
Entiendo que el axioma es objetable en varios y  diversos casos pero hoy quiero puntualizar sobre su total inconsistencia  en materia sexual.
Bien sabemos que para alcanzar el éxito, hay que empezar de abajo: ni Madonna nació estrella ni las fogatas se encienden  sin antes prender la  yesca. El éxito es, en este caso, el resultado de esta armónica acomodación de elementos inflamables que terminan por producir el tan anhelado fuego. Ahora bien, si el éxito es la concreción del fuego, las pequeñas pero intensas reavivaciones pueden entonces denominarse múltiples éxitos.
Personalmente, y con gran orgullo puedo decir soy una mujer muy exitosa o, siguiendo lo recién señalado, que alcanza múltiples éxitos. Pero es pese o debido a esto, que uno continúa profundizando en el tema para encontrar otras formas de alcanzarlo: ya sea modificando la forma en que se acomoda la yesca o buscando otros elementos inflamables.
Tal es así que hubo un grandioso día, en que ‘P’ ordenó los factores  (o la yesca)  de otra manera y no sólo me alteró por completo el producto sino que me hizo conocer un nuevo teorema: el del Indice Exacto. Un nuevo concepto de éxito que nos demuestra que el factor sorpresa está siempre un dedo más adelantado que otros y que un agregado de alcohol al fuego en el momento preciso puede darnos con un acabado perfecto. Un éxito rotundo.
Mi producto se alteró tanto que le pedí por favor a ’P’ que memorizara y, de ahora en más,  implementara el teorema del Indice Exacto cuantas veces pudiera o, mejor dicho, cuando la multiplicidad de éxitos lo permitiera.
No creo, por otro lado, que mi lado liberal me permita, algún día, explorar la regla de tres invertida pero por el momento jugamos a desafiar a Pitágoras.
En cuanto a mis clases de matemáticas, sólo puedo lamentarme y compadecer a mi recordada profesora que, a juzgar por su malhumor, carecía de un anti-pitagórico que le desordenara los factores y le alterara un poco el producto.