Benditas
sean las conchas y las madres, por patrocinar todos y cada uno de nuestros
momentos de mierda. Pero más benditas sean las putas, porque es gracias a ese
atributo que logramos convencernos que no es de la madre propia de quien
estamos hablando.
Las loras
no son la excepción, pero dudo que los insultos en sus nombres les afecten
tanto ya que es de público conocimiento, o no, que las loras no tienen concha;
ahora bien, no me sorprendería que los habitantes de La concha de la lora se muestren algo desconcertados ante nuestro
tan popular insulto.
Por qué
será que acudimos a la entrepierna
materna para blasfemar o exaltar el carácter de infortunio de un evento? Es,
acaso, la concha, la raíz de todas las desgracias? Sí y no.
Por qué
existe un maleante? Porque una concha lo parió. Cómo se define, entonces, a ese
sujeto? Como un hijo de puta. Por
qué? Porque el maleante nunca es uno,
es otro y ese otro es hijo de otra madre, que no es la propia y entonces es puta.
De todos
modos, si profundizamos un poco más el análisis, nos topamos con que, en
ocasiones, también nuestra madre es puta: ‘la re concha de mi puta madre’. Cómo
se explica esto!? Que tan hijo de puta
hay que ser para putear de esa forma? La respuesta es muy simple.
Existen desgracias que evidencian tanto
nuestra culpa o estupidez que nuestra honestidad, sólo por cola de paja, sale a
la luz decidida a hacerse cargo de la cagada cometida nada más ni nada menos
que embarrando a la propia madre. Por qué? Porque somos unos eternos cobardes
que, en vez de decir ‘la re pija’ o ‘la re concha mía’, nos eximimos de cualquier
responsabilidad hundiendo y emputeciendo
a nuestra madre.
El
procedimiento, de claro tinte freudiano, que nos lleva a tal conclusión,
advierte un límite de mala leche en cada
uno de nosotros que, una vez excedido, hace necesario un relegamiento de
responsabilidad a la progenitura, puesto que únicamente una herencia puede
explicar tanta mala leche y tal herencia no puede venir sino de una madre.
Si
intentamos graficar un poco la fórmula, se vería algo así:
‘No puedo
tener tanta mala leche’ – por eso, como consecuencia → ‘La re
concha de mi puta madre’ (no puedo tener tanta mala leche, esto es
herencia materna)
Insisto. Benditas
sean las conchas y las madres, por patrocinar todos y cada uno de nuestros
momentos de mierda.
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