lunes, 25 de junio de 2012

Barbarie colectiva

Hay una reto evidente entre ellos. Se nota en sus miradas.
Un aire competitivo los envuelve, los hace sacar a la fuerza a ese ventajista interno que algunos hipócritas niegan tener.
La escena es inquietante y revela un desafío entre bárbaros y civilizados.
Estos últimos se valen de su perspicacia para, por ejemplo, fingir un embarazo o inventar una excusa en cuestión de segundos si fuese necesario. Suelen ser sus propios abogados y, convencidos de merecer lo que disputan, pueden elaborar una coartada que, de tan persuasiva, podría cambiar el rumbo de este texto.
Los bárbaros, por otro lado, desconocen las estrategias modernas de persuasión pero son tan claros, espontáneos y poco bajtinianos en su discurso que no titubean en pedir si quieren o preguntar si necesitan saber.
Pobres bárbaros. Desconocen que en esta selva moderna se premian las poses y se tilda de grosero pedir lo que se quiere.
Dichoso aquel que, en la silenciosa pero intensa disputa, logre ganarse ese último y, por ello, doblemente deseado asiento del colectivo.



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