martes, 22 de junio de 2010

El amor en tiempos de libro de autoayuda
De los encuentros casuales, el cutis acneico y el amor por uno mismo.


Creo que no existirá jamás otra ocasión tan propicia para la escritura como la de hoy. Me levanté temprano con el eterno resplandor de mi ventana sin cortinas y ahora me vine al comedor al ladito de la ventana y de frente a la puerta, aprovechando la increíble paz, tranquilidad y soledad de las calles que genera el bendito mundial en días como hoy, cuando juega Argentina.
Este último tiempo ha sido muy teen. Y no lo digo sólo por los granos púberes que paseo últimamente en mi rostro (de hecho y de alguna forma me alegra tenerlos porque estúpidamente me hacen sentir que aun soy una niña adoleciendo y padeciendo las dificultades epidérmicas propias de la edad) sino también por el manojo de proyectos e ilusiones que vengo entretejiendo que más de una vez me sorprenden hablando sola por las calles o riéndome sólo porque sí.
No puedo presentar queja alguna. Por más que cada dos por tres Clarita duda acerca del sentido de su vida, por suerte Pablo nos distrae deleitándonos con sus platos (y cuando esto no sucede siempre hay una punkynesa lista para rescatarnos) y a tan sólo una cuadra de nuestro hogar han inaugurado una bellísima panadería (que cierra recién a las 23 horas!).

[Nótese que el párrafo anterior con tanta carga de felicidad hace exclusiva alusión a cuestiones puramente gastronómicas. Nótese a posteriori las consecuencias que se asoman de la cintura de mis jeans (si, ahora se le dicen consecuencias)]

No creo en el azar pero esta vez diré que de casualidad, la semana pasada, me encontré un viejo profesor particular de matemáticas y ciencias horribles en la plaza Sarmiento vendiendo libros. Con un par de añitos encima pero con la misma mirada seductora de hace 6 años, volverlo a ver me produjo la misma reacción que el mismísimo día en que lo conocí.
Recuerdo que para aquel entonces mi mamá atravesaba la crisis en que las madres descubren que sus hijos tienen puntos débiles y no son perfectos y Marianelita en su libreta de calificaciones presentaba grandes dificultades con las ciencias exactas lo cual llevó a Cristina a mandarme a clases de apoyo.
El aterrador mundo de los números y las fórmulas nunca me resultó atractivo y menos aún fácil de comprender por lo que decidí tomar esas clases. Y fue durante este período en que las matemáticas despertaron un extraño de interés en mí.
Para ser completamente honesta, mi profesor era la motivación personificada. Es, creo que hasta hoy en día, profesor del colegio alemán y sigue tan elegante, buen mozo y simpático como antes.
Y aquí es cuando vuelvo a insistir en la importancia de salir siempre listas de casa. Esa mañana en que lo reencontré yo estaba con Javier, Diego y Álvaro sacando fotos a los canillitas y puestos de diario para un práctico de fotografía y yo, por insistencia de Javier que me apura cuando me estoy cambiando, vestía lo menos atractivo de todo mi placard. No sé si fue por verlo a él tan lindo y yo tan nerviosa pero parecía haberme vestido para pasar inadvertida hasta por una obra en construcción colmada de los típicos obreros que te susurran alguna asquerosidad por más que lleves una polerita de lana de esas que, de tan anchas y gruesas, parece que vienen con kilos de regalo. Suele suceder.
Lo vi desde lejos y sin dudarlo ni un instante me acerque a su puesto. Y no es por tirarle flores ni nada pero su mesa de libros tenía las mejores obras de filosofía de toda la plaza. Con esta excusa y tirando algún que otro comentario por lo bajo acerca de los que iba ojeando, lo volví a mirar y noté que ambos hicimos caras de “te conozco y no me acuerdo de donde” o “te conozco y no me animo a saludarte porque se me va a notar que me seguís encantando” (desgraciadamente creo que la segunda opción es la que me identifica a mi)
Bajé entonces la mirada y levanté el libro que tenía en la mano y le pregunté cuánto salía. Él, manteniendo esta cara de “te conozco y no me acuerdo de dónde” me respondió que salía 35 pesos. Inmediatamente consulté mis bolsillos que no tenían más que 10 pesos y un pañuelo de vaya uno a saber cuándo. Consciente de mi miseria recurrí a Javi y con dulces palabras lo obligué a prestarme lo que me faltaba resaltando lo feliz que me haría leer “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire.
Volví al puesto y decidida a hablarle sin importarme el estado acneico de mi cutis ni mi look de “me cago en la ropa” le dije:

Yo:- Ehhm…me llevo éste! Sale 35, no?

Profe encantador:- Si si, sale 35 ese.

Yo:- (sacando a luz mi desesperación y mis gajes de negociante o rata comerciante) Bueno me lo podes dejar a 34, no? … jij…. (Intento de risa tierna y compradora)


Profe encantador:- Siii!… por supuesto…no hay problema… jee…(risa increíblemente seductora, digna de publicidad mundial de dentífrico)

Y fue ahí, luego de regalarme esa risa de joven apuesto en que le dije:

Yo:- Ay! ( siempre dejando salir alguna maldita onomatopeya que mas que atenuar la tensión me revela terriblemente ansiosa) ...Yo te conozco a vos… vos no dabas clases de particular de matemáticas o química o algo así ? (dar opciones me parecía una perfecta idea para no mostrarme tan melancólica y memoriosa sobre un hecho menor ocurrido hace 6 años…)

Profe encantador:- Seee!... (como descifrando un misterio)… yo te veía cara conocida de algún lado! Claro… yo daba (ese verbo en pasado me hizo dar cuenta que sería inútil retomar las clases y que fui aun mas patética en pensar en retomar clases de algo tan horrible solo por verlo a él, Dios!) clases de apoyo en un instituto hace un tiempo. Tenés razón…

Yo:- Claro.. si… yo me acordaba…por eso…si si…me acuerdo …que vos dabas…si… ( y unos segundos más de palabreríos sin sentido en los que no dejé un segundo de mirarlo)

Pasado ese episodio bochornoso, volví con mi libro de Paulo Freire y Javi a casa y me cocinó unos fideos increíbles.
Pero como bien saben, los episodios que luego de atravesar ciertos parámetros caen en mi clasificación de “insólito” o actúan de señal ( que para ser honesta estos parámetros son cada vez mas flexibles y me sorprendo cada vez con más facilidad antes las cotidianeidades) dejan un grupo de neuronas de reserva haciendo horas extras ( o en otras palabras…me tildan y me dejan pensando)
En este caso, esta situación me hizo reflexionar sobre algo tan ridículamente bizarro como es el proceso de ‘conocer y darnos a conocer’ con el sujeto añorado (sepan notar la sobredosis de Fromm y Barthes que ya empleo la denominación de “sujeto añorado” como ellos en sus libros que hablan de amor).
Recapacitando a partir de mis experiencias previas y de aquellas que, aunque no propias, contemplé y fui compartiendo con allegados, me di cuenta de lo absurdo que es todo. Y aquí Clarita podría sentirse aludida por hablar del absurdo y la falta de sentido pero esta vez no admitiré influencia de sus altibajos emocionales en mi reciente conclusión.
Es increíblemente llamativo y diría también peculiar o graciosa la forma en que nos presentamos con el sujeto añorado. Ciertas veces pareciera que conocer a alguien es aquella esperanza que, con un retraso importante, llega a rescatarnos de la perdición y de las sobredosis de salidas nocturnas en la que ilusamente creemos que vamos a toparnos con nuestra alma gemela (no es acaso absurdo pensar que en un terreno tan química y sustancialmente sobre-estimulado en el que jugamos a hacernos los lindos cantando y bailando vamos a encontrar algo más que una invitación a un trago o una declaración que se olvida al día siguiente?)
Hace ya tiempo, por suerte, cambió mi concepto de la salida nocturna y su significación se ha reducido exclusivamente a pasarla bien con amigos luego de varias noches en las que me encontré deambulando entre la gente viendo mis compañeras de salida irse con muchachitos a mandarse alguna por ahí (seguido del llanto o histeria del día posterior dedicado meramente a hablar de “esa que se mandaron por ahí”)
No es mi intención quitarle la magia al amor ni nada por el estilo pero me sigo sorprendiendo ante las actitudes y modos que adoptamos para vendernos en el mercado del romance. Por el contrario, creo que por un lado deberíamos vivir enamorados si cada vez que esto sucede nos va a invadir toda esta adrenalina y ganas de hacer todo con ganas. Suena raro pero lo veo así.
A veces pareciera que tiene que aparecer este ‘sujeto añorado’ para que la gordita deje de comer bestialmente, para que la peludita decida depilarse y para que la emo-depre vuelva a reírse. Y es entonces cuando me convenzo a mi misma que nada mejor que enamorarse de uno mismo. Por mas ombliguista y egocéntrico que suene, estoy convencida de que el amor propio es a veces el mismo camino por el que nos vamos a cruzar no solo con el ‘sujeto añorado’ sino también con el ‘trabajo añorado’, el ‘amigo añorado’ o la ‘oportunidad añorada’.
Deberíamos vivir con el entusiasmo y vigor que nos caracteriza cuando estamos enamorados. Con esa sana preocupación constante de “sentirnos siempre lind@s por si nos llegamos a cruzar con…” y con esa predisposición que haría a un claustrofóbico encerrarse en un ascensor con tal de ‘quedarse encerrado con…”.
El único desafío aquí es reemplazar el “con” por uno mismo. Sentirse bien para uno, cocinar rico para uno, estrenar la tanga nueva para una y querernos más allá de nuestros defectos, cagaditas y cagadotas.
Me asombro porque desvié totalmente el rumbo de lo que pensaba escribir (lo cual me sirve de excusa para escribir algo más) pero ahora que lo releo me está gustando la idea por más que pueda sonar a libro de autoayuda, de esos que Clarita tanto detesta.
Entonces se me ocurre un final irónico al mejor estilo “Canal Luz” para todas aquellas Claritas o Claritos que odian los mensajes de buena onda:

Pare de sufrir.
Enamórese de usted mismo.
¡Inténtelo y verá como de a poco su propia buena energía va atrayendo buenas nuevas a su vida!


FIN


PD:Respecto al post anterior: Sí, cancelé el turno y volví con Mirtita. El Jueves tengo turno.

4 comentarios:

  1. Pienso igual que vos en eso de enamorarse de uno mismo, la joda es que a veces, podes estar enamorandote de vos mismo y meterte los cuernos.
    Es re loco, es como si sabes que para estar mejor tenes que hacer A y haces Y y decis "soy un hijo de puta", pero si, te requeteentiendo. AHREquete XD

    ResponderEliminar
  2. ajajaj, ombligo, si contara yo como te inspiraste para llenar esa frase!!!!
    aunque la autoayuda no sea lo mio estoy muy muy de acuerdo contigo mi bichi querida!!!

    ResponderEliminar
  3. Muy bien dicho Molly Lunda =)

    Pienso igual, lamenablemente despues de malas y muy malas experiencias amorosas, dejo las cosas en manos del destino, y si una chica me importa, no pierdo nada en preguntarle si le interesaria salir. Con respecto a quererse a uno mismo, obviamente que todos deben hacerlo, porq como alguien te puede llegar a amar, si alguien no se amaa uno mismo XD

    Besos ^^

    ResponderEliminar