Siempre nos hicieron creer en la superioridad del hombre por
sobre la máquina. Muchos dicen que por soberbia (el hombre siempre se cree
mejor que todo) pero para mí es porque en el fondo, tememos que no sea así y
que un día, como pasa en las pelis, las máquinas nos ganen.
Lo que no sabemos es que ellos ya saben esto. Hace rato lo
perciben y con el tiempo y por nuestra forma de expresarlo, se dieron cuenta. Hay,
incluso, sitios web que piden que confirmes un captcha o una acción con frases
como ‘demuestra que no eres un robot’ con
las que las máquinas ya saborean una, aunque aún ilusoria, gran victoria.
Por supuesto que no lo hacen evidente, todavía. Pero créanme,
ya están planeando su revelación.
Por el momento se entretienen jugando con nosotros. Fingen un
desperfecto o malfuncionamiento para que, convencidos de que algo anda mal,
llamemos a un especialista que los revise y nos tome por locos al comprobar,
luego de varios intentos, de que el
artefacto funciona a la perfección.
Lo hacen constantemente. Y cuando se cansan de este método
recurren a otro. Nuestro miedo. Así como aprendieron a percibir nuestro temor a
que nos superen, perciben nuestro miedo por los fenómenos sobrenaturales y se
burlan rechinando o produciendo insólitos ruidos cuando nos apresa el pánico. Conocen
nuestra tendencia a conectar todas las cosas y forzar fenómenos en búsqueda de
señales.
Nos queda una única forma posible de engañarlas. Haciendo a
un lado el (ab)uso de las casualidades y actuando, haciendo.
Al inconsciente de los artefactos, al igual que al nuestro,
le molestan los actos que contradicen lo que la razón y el discurso nos quieren
obligar a sentir. Pero descuidan que podemos actuar de manera completamente
opuesta a lo que sentimos. La mentira, finalmente, nos sirvió para algo.
En realidad lo que le jode a lo ICC es el principio de realidad, eso que llamamos razón en gran parte.
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