domingo, 7 de julio de 2013

Mal visto, mal bicho.

Se encomendaron al azar que, para suerte, desgracia o lección los hizo aterrizar en la ciudad.
Miraron alrededor con entusiasmo y un dejo de desconfianza  . Eran conscientes de su aspecto poco amigable, e incluso antropomorfo, por lo que, por unos días, se mantuvieron alejados de la muchedumbre.
Se alegraron al notar que, a grandes rasgos, entendían la lengua y festejaban cada diálogo que interpretaban casi completamente. Desconocían que sólo contaban con un diccionario programado en sus memorias y que, por ello, quizás nunca habrían podido entender el sentido de algún discurso sino el significado 'enciclopédico' de cada palabra que poco podía aportarles.
Pasaban sus días trepados en árboles de plazas poco habitadas juntando coraje para algún día, bajar a la sociedad.
Temían provocar un escándalo y que se los juzgara por su singular aspecto hasta que un día, uno de ellos decidió dar un primer paso hablando con un perro que, a comparación de los humanos, se veía más amigable.
Asomándose desde una robusta rama del árbol, imitó la voz de su amo que - notó- se agudizaba al hablar con el animal mientras éste otro se distraía hablando con otros amos y, para su sorpresa, el perro no le ladró  sino que le empezó a llorar bamboleando la cola como pidiéndole que bajara.
Extrañado y dejándose llevar por su entusiasmo, se tiró del árbol y fue agasajado con al menos dos incesantes minutos de lengüetazos que derramaban cariño en su más húmedo, baboso y puro estado.
Su amo, al advertir la escena, se acercó inmediatamente hasta su perro que, para entonces, continuaba su empalagosa misión y alcanzó con un metro de distancia para reparar en lo que su mascota había hallado. El hombre, que venía de un fin de semana con exceso de alucinógenos, se vio acorralado por un porfiado e intenso sentimiento de culpa que lo convenció de que la criatura que tenía ante sus ojos no era más que un fantasma recreado por su mente que él mismo inventaba para auto-infligirse por su perturbado estilo de vida. Tomó a su mascota por el collar y corrió desesperadamente hasta su casa y llamó: a su madre para recordarle cuanto le amaba, a su psiquiatra para pedirle un turno y a sus camaradas para comprobar si era el único que había alcanzado ese nivel de alucinación.
El otro, el que había quedado en el árbol, se tiró para proteger a su compañero que, creía, podía haberse contagiado de alguna peste al verlo empapado y corrió, ya sin miedo de ser descubierto sino  de perder a su amigo hasta divisar un hombre con una campera con una estampa que decía 'seguridad' en letras gigantes que sin duda podría ayudarlo.
La pobre criatura no había notado que el guardia de seguridad custodiaba un importante depósito de dinero- si es que acaso sabía de qué se trataba el operativo- y confiando en que un hombre vestido de seguridad no haría más que ayudar y protegerlo, corrió y se acercó tanto como la bala que impactó en su vientre lo permitió.
El guardia, que se encontraba alerta a cualquier movimiento extraño no dudó en gatillar al ver una pequeña bestia de menos de un metro de altura y dudosa procedencia que, sin duda alguna, atentaría contra el operativo llevándose todo el dinero, quitándole la portación de armas y, con ella, el orgullo de su familia.
El cadáver de la criatura fue incautado por personal policial calificado (por no se sabe quién ni cómo) y está aún en espera de ser analizado por especialistas.
Pocos medios le dieron relevancia al hecho por una ola de delitos contra bellas jovencitas que acechaba a la ciudad en ese momento y que por tratarse de hijas de sujetos de jodido peso social vendían mucho más que el episodio de la pequeña bestia que, incluso, generaría pánico del que aún no se sabe cómo apaciguar (no se cuenta con brigada anti-bestias ni división a cargo de esas extrañezas).
La otra criatura, por otro lado, sigue aún trepado en los árboles, perfeccionándose en el idioma, reconociendo drogadictos culpógenos a quienes asustar y esperando el momento indicado para bajar a la ciudad, vengar la muerte de su compañero acosando guardias hasta la demencia y posterior suicidio y  liberar a los perros de la imbecilidad de sus amos.



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