lunes, 28 de abril de 2014

Melancholita: cuando la web es más afectuosa que la humanidad

Es siempre durante los viajes que uno reconoce y aprecia sus raíces.
'Y usté amiga, de dónde es que viene? Colombiana?'. 'Si, dale. Como si la timidez de mi culo- más europeo que latino- pareciera centroamericano".
En los casi tres meses que vengo viajando ya pasé por brasilera, colombiana, boliviana incluso gringa. Y no es por mala ni engreída pero no sé si deprimirme o sentirme halagada . Es que eso de que las argentinas son las más lindas no es chamuyo nacional sino mundial (o cuanto menos latinoamericano). Tanto en Perú como en Ecuador he oído quejas del plantel masculino por la oferta local: 'Pero ustedes las argentinas sí que son bonitas', me dijo un muchacho en la playa de Canoa. 'Ay, gracias', le dije, recuperando un poquito del autoestima perdido y mirando con ternura mis incipientes rollos. Pero poco duró la alegría cuando al día siguiente un desgraciado arriesgó con total seguridad: 'Usté es ecuatoriana, verdad?' Si, engordé, estoy negrísima y vengo hablando bastante raro, con tendencia a un acento  pseudo cubano, es cierto. No es que lo haga para hacerme la local sino que realmente ayuda para hacerte entender (o para no ponerte explicar de donde sos y qúe estás haciendo). Quizás sea por eso que mi lugar de origen ya es casi una adivinanza.
Este rumor sobre las argentinas es toda una responsabilidad siendo mujer y más estando de viaje por Sudamérica a lo neo hippie. Como representante la verdad la vengo cagando bastante. Viví meses sin espejos, con mucha harina en mi dieta diaria y total despreocupación por la estética- hasta que algún desgraciado viene a confundir mi identidad-.
Cada tanto pega el extrañazo, sobre todo cuando estoy enferma o constipada (que es más frecuente de lo que esperaba) y entonces cualquier detalle boludo enfatiza la melancolía. Cuando esto sucede, Argentina deja de ser ese país de porquería en el que el dólar está diez pesos y pasa a ser un hermoso lugar que además de tener salud pública gratuita también tiene bidet.
Gracias a la insistencia de mi novio traje mi laptop -insisto, no soy jipi- y cada tanto me pongo a ver  fotos y escuchar toda esa música medio indie medio basura que tanto me gusta y hace sentir en casa.
Cuando consigo clave wifi suelo pasar un buen rato revisando la vida de mis demás, que por lo general siguen siempre en la misma, y que por lo general ni me hablan cuando me ven conectada. 'Hijos de puta, si me hablan ahora voy a tardar en responderles'. Súper infantil pero tristemente reconfortante.
Por suerte existe YouTube que me deja escuchar los temas que mi versión pedorra de Ares no llegó a bajar y saben qué?, él si me recuerda y se adelanta a tipear por mí las canciones que quiero escuchar.YouTube sí que me quiere.

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