lunes, 26 de abril de 2010



La influencia de la novela mexicana y sus aplicaciones en las relaciones humanas



De la insensibilidad masculina en la pubertad y la escena en la puerta de su casa.

(Sólo la introducción)


Todos, sin excepción, nos mandamos alguna que nos juramos e hicimos a otros jurar que llevaríamos a la tumba por la cantidad de contenido circense- amarillista.

Estoy segura y vengo comprobando que hasta el más heavy, cabeza, cara de malo, machista y creído admite haber tenido el protagónico de algún que otro drama mexicano.

Dicen que el amor es ciego. No me opongo pero sugiero otra cuestión. Si hay algo que realmente nos enceguece más que el amor puro, es la idea de que nos quieran dejar.

Es casi imposible. Por mas modestos y humildes que nos creamos, hay dentro nuestro un/a loc@ de mierda que nos hace creernos perfectos e ideales para el otro. Es por eso que terminamos creyendo que quien quiere dejarnos esta siendo víctima de un mal acomodamiento lunar, un giro planetario erróneo e inesperado o de un movimiento sísmico que accidentalmente revolvió las ideas en su cabeza y lo/a está haciendo alucinar con ideas absurdas.

Y claaro. Como no queremos que cometa la tragedia de dejarnos, nos vemos obligados a hacerles ver la realidad cueste lo que cueste: nos aman y somos perfectos para ellos, ¿acaso hay razón alguna para dejarnos? Claro que no!

Es ahí que, cual tigresa en celo, nos lanzamos al abismo del acto desesperado con tal de que la tragedia de la ruptura no suceda. He aquí mi propio análisis.

En la estupidez e inocencia de mis 13 años estuve enamorada de Juancito. Pero Juancito no me daba ni bola. Juancito moría por Eliana. Eliana tenía tetas y violaba el reglamento escolar de la vestimenta (vestía la pollerita mas corta del planeta mientras que yo la mantenía por la rodilla o quizás más larga, como especificaba el reglamento y el sermón materno)

Después de larguísimos recreos de popa-mancha, popa-televisión y ladrón y poli y, principalmente, luego de que Eliana pasó a las ligas mayores (chicos de 17 o más) Juan decidió darme bola.

Fue a fin de año y duró casi todo un verano. Mi amiga Mara hizo un pacto con él de que ella estaría con su amigo si me encaraba a mí. Así nació la esencia de nuestro amor.

Nos dábamos casi 3 piquitos por día en el predio del Club Provincial al que yo iba en aquella época. Pasó todo Diciembre, pasaron mil cartas mías y pasaron un par de llamados telefónicos de él hasta que los malditos de mis papás tuvieron la terrible e inhumana idea de irnos de vacaciones a un lugar paradisiaco en Brasil con vuelo incluído. Qué oportunos, no?

Vuelta en Rosario, luego de 15 fantásticos días de sol y paraíso brasilero en los cuales no hice otra cosa mas que sufrir y pensar en él, me decidí a darle la sopresa de entregarle mis bombones Garoto y carta de amor, en la comodidad de su casa!


….


No recuerdo al día de hoy, otra tocada de timbre más desesperada en mi vida.

Resultó ser que, a pesar de mi calcita azul quasi culotte que me compre en el viaje para mimetizarme con las negras culonas, el muy cretino decidió jamás abrir la puerta.

Lo que es peor aún es que, por el agujerito, se lo veía a Juancito riéndose y viendo tele con la hermana. Y lo más patético aún fue lo sucedido posteriormente.

(No quiero narrar la parte en que toque timbre unas 12 veces gritando su nombre, golpeando y pateando la puerta a la vez a lo baterista punk. No, esa parte me parece un detalle)

Pasada media hora en su puerta, creí conveniente una segunda opción: irme.

Y así fue, pero no sin antes tirarle por abajo el diario de viaje que le habia hecho, detallando cuánto más lo extrañaba día por día en Brasil.

Al otro día Juancito me llamó por teléfono para comentarme que había decidido que fuésemos amigos y que no tenía problema alguno en que yo divulgara por ahí que yo fui quien lo dejó. Todo un caballero.

Con este antecedente y a tan temprana edad, mis concepciones del amor y las relaciones parecían haber madurado…. cuán errada estaba!


Pasado un Juan, llegó otro. Más lindo, más alto, más músico, más loco y más punk-rocker. Juan era todo lo que yo tenía que tener y yo era lo mejor que podría haberse pensado para él. O al menos eso aseguraba yo en mi cabecita de enamorada.

Pasados unos meses, y sin predicción ni explicación alguna, Juan decidió cortarme.

Cómo describirlo?

Sintió ud alguna vez un camión de transporte de ganado pasarle por encima? Tal cual! Así me sentí yo.

Y lo único que cruzó por mi mente en ese momento fue venganza.

“Me vas a dejar hijo de re mil p#@t!?!?! Vas a morir con la carga de conciencia y te vas a arrepentir hasta el último día de tu vida”

No me importó en lo mas mínimo que mi ex suegro durmiera plácidamente la siesta, me largué a llorar a moco, baba y rimmel corrido suelto, sin parar ni para respirar.

Juan, preocupado por la relación con su padre y para mantener la armonía del hogar, me invitó a salir a llorar afuera, para evitar el ruido y espectáculo, claro.

Fue así como desplazándome de alguna forma y con sus brazos de por medio, literalmente me fui a llorar afuera mientras él esclarecía la situación con su papá que, si mal no recuerdo, comenzó a indagarlo por tanto llanto barato en el hogar.

Ahí estaba yo. En el escaloncito de la puerta de la casa de Juan, con la cara roja, la nariz flojita y los ojos hinchados como un boxeador de tanto llorar.

Mientras esperaba a que él saliera para seguir hablando (en otras palabras, explicarme los beneficios de estar sin mí), pensé en irme a la casa de mi amiga Nadine que vivía en la esquina y así evitar la calle y la mirada chusma de la gente que pasaba. Pero claro, las ideas coherentes en momentos como esos, son ideas de mierda y no sirven. Lo que servía en ese momento era no parar de llorar para que Juan viera como sufría yo sin él.

Esperé otros 20 minutos y como no tuve novedades de él, decidí subirme a mi auto que estaba estacionado ahí en la puerta y ponerme a escuchar mi compilado para el suicidio para intensificar la escena.

Las canciones pasaban, mis lágrimas se iban calmando pero Juan seguía no apareciendo. Preocupadísima de que se me iban parando las ganas de llorar, pensé otras opciones como hacerme la desmayada, que me pisara un auto o inventar un robo para llamar su atención y sus ganas de cuidarme que tan bien le salía. Por suerte descarté todas las opciones cuando ví que la manija de la puerta se movía y Juan venía al auto conmigo porque, seguramente, se habría arrepentido. Con mi más conmovedor puchero, lo miré y mientras se arrimaba al auto, le bajé la ventanilla.


Juan:- Mane, tenés acá mi mp3? Me lo devolvés?


Y en un instante pensé diez mil opciones entre las cuales estaban: romperle el artefacto en la cara o en su cara, tirárselo a la calle o decapitarlo con la ventanilla.

Pero como gran patética y bienaventurada que soy, opté por abrir la guantera y entregárselo con un cálido y amable “ay si, acá lo tengo” de por medio. A lo que él respondió dándose la vuelta y entrando nuevamente a su infierno de hogar.

Paralizada por el hecho, me replanteé el sentido de mi vida y tuve que bajar del auto a espiar por el vidrio de su puerta y corrobar si lo que veía era cierto. Podría Juan, segundos luego de dejarme, estar jugando en la compu?

Si…lo estaba, con patita en el escritorio y todo!



To be continued...

2 comentarios:

  1. Es verdad todos hacemos cosas teriblemente pateticas para que no nos dejen... compramos cebollas... corremos por peatonal cordoba gritando su nombre desesperadamente... y hasta regalamos licuadoras... aaa esa no la sabias jajajaa...

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  2. Escribis de puta madre, che, de onda, nunca me paso algo asi, pero de triste y patetico que estuve enamorado like 8 years de una piba que no solo no me daba la hora, sino que "siempre me caiste bien y pense que eras genial, pero nunca senti ganas de estar con vos" era su explicaciòn de porque, igual, asi crecemos, asi maduramos, y asi tenes que aprender a valorar que te traten con respeto EN CUALQUIER SITUACION,no?
    Te quiero mucho bonita.

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