jueves, 29 de mayo de 2014

Mi miedo a volverme una conchuda

No quiero que me pase pero a veces siento que ya me está pasando. No sé si debiera relacionarlo con el acercamiento a los treinta porque honestamente no me genera miedo ni nada semejante y hasta tomo con humor que los cordobeses de atención al cliente de Movistar me sigan llamado 'señora Luna'.
Lo cierto es que últimamente estoy teniendo ese pensamiento de mierda muy similiar al 'yo a tu edad' que le quita valor a los dichos y actos de los otros si estos otros están por debajo de los veinti y quieren cambiar el mundo. Como si de pronto todo intento revolucionario me pareciera tierno porque en el fondo pienso que jamás será real.
Es más que obvio que mi pérdida de moral tiene mucho que ver en esto, Mi boicotera interna me dice 'claro, ahora que dejaste de ser veggie por un tiempo ya no creés en nada y boicoteás las ilusiones y convicciones ajenas, ¡qué predecible!'. Yo también quería salvar a las ballenas y de chiquita me deprimía bocha la extinción de muchas especies y fue entonces que empecé a torturarme con videos de peta.org sobre la matanza de animales diciéndole adiós al bife de chorizo y hola a los sermones pro-carne de mi familia. Ellos aseguraban que sin carne ni me arrimaba a los treinta.
Pero seamos sinceros, yo también creo muy adentro mío que soy una transgresora por no comer en Mc Donalds sin embargo, por más anti-imperialista que pretenda ser me dejo tentar fácil por los cafecitos de oro y de mierda de Starbucks. Si eso no es hipocresía, ¿qué es?. Es como criticar a la gilada y juntarte con ellos o, lo que es aún peor, enamorarte de un gil.
Ahora pareciera que cagarte en tus viejas convicciones y rendirte ante el consumismo tiene su lado a cool y no puedo evitar culpar a los hipsters de ello que, a mi parecer, lo tienen como premisa: 'Así que es cool odiar Mc Donalds? Entonces nosotros los vamos a amar'.
El  si no puedes contra ellos únete reclutó tantos followers que ahora estamos totalmente descreídos, inmoralizados diría Bunny.
Me acuerdo años atrás cuando milité para Anima Naturalis y con un ejército de hermosos soñadores liderado por el bombón de Gastón Pauls protestamos contra la peletería con unos valientes que se quedaron en bolas en pleno Obelisco - y en pleno invierno- y vuelvo a mirarme ahora y me pregunto: ¿qué carajo me pasó?.
Por eso retomo la idea, mi miedo a los 30 no es a no haber hecho lo que otros esperaban que hicieras ni a las patas de gallo que ya tengo sino a llegar hecha una cerda capitalista que sufre porque no llega para el 42  pulgadas que sus amigas ya tienen. Eso si que me da miedo.



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