martes, 27 de mayo de 2014

Juan Carlos, la nena!

El regreso a casa fue drástico pero por sobre todas las cosas inesperado. Si, nos habíamos peleado feo con insultos y división imparcial de bienes y perra. Yo huí rescatada por mormones y él se quedó en la habitación que habíamos alquilado con la Mumi, nuestra hija canina.
A la espera de un giro de dinero, la familia de Fernando y sobre todo Fernando mismo, me cuidó hasta que finalmente me mudé al hostal donde encontraría a la Negra, Laura, la uruguaya que conocí en Perú. La negra también me adoptó y cuidó todos esos días del orto post-ruptura en los que una no para llorar, comer, lamentarse, maldecir y mirar facebook compulsivamente . Me fue bastante bien, conocer gente y estar rodeada casi todo el tiempo te inhibe bastante las lágrimas. Eso si, llegás a la almohada y una vez escondida bajo el cubrecama no hay dique que te frene la catarata de llanto salado.
Con el paso de los días, también pasó la bronca, el resentimiento y todo ese gusto amargo que deja una ruptura que parecía cada vez más encaminarse a un arreglo. Había mucho por hablar pero al menos las ganas de llegar a un acuerdo de a poco asomaban, por mas retraso que oponía el orgullo.
Mi madre poco y nada sabía de todo esto. Poco sobre mi necesidad de dinero y nada sobre mi relación. Preocupar a una madre a la distancia es peor que joder a tu novio con un embarazo. Mucho peor.
Ella solo quería que yo regresara a mi casa, cerca suyo y siguiera con mi vida antes de irme con ese pelado aventurero que seguro me enseñaba cosas de jipi o embustero. O al menos eso creía ella.
'Tu mamá está como loca, te aviso, hace días que no podemos hablar de vos porque se pone a llorar'. Mis familiares no exageraban en lo más mínimo. Bastó con abrir facebook una mañana más tarde para ver el mensaje trágico que lo corroboraría: 'te compré un pasaje. ya tenes todo reservado. te volvés el 21 en avión. besitos'. Mi cara se desfiguró peor que la de Carlín Calvo en su peor momento, pobre muchacho. La insulté muy suavemente para no herirla (nunca se le desea un mal muy fuerte a la madre, por las dudas) y de inmediato salí en busca del pelado. Tenía que encontrarlo urgente, el pasaje era para dos días mas tarde. El tic tac del reloj había empezado la cuenta regresiva y la acidez volvía a alterarme los jugos gástricos; salí cagando.
Agarré una de las bicis gratis de esas que hay en Quito y pasé por todos los semáforos donde él solía trabajar. No  aparecía por ningún lado. Devolví la bici y me fui a un cyber; al fin lo encontré conectado. 'Boludo, te quiero ver. Me voy, mi vieja me sacó un pasaje, me re cagó'. Él no entendía nada ni demostraba ni un tercio de la desesperación que yo cargaba. Me hablaba frustrado, casi desinteresado; yo estaba devastada. Para él, yo lo estaba dejando. No importaba la intervención de mi vieja ni nada, el hecho era que yo me iba y eso le molestaba muchísimo. No podía culparlo.
Volví en el trole de las siete de la tarde, el más lleno de todos, toda aplastada y con la cara arrugada de tanto llorar. Había tanta gente que no podía moverme y me bajé dos paradas más tardes  porque no llegaba a la puerta. Cuando bajé llovía. Todo era una mierda, y todavía faltaba llegar al hostal, contarle a la negra lo patética que había sido y la hazaña mala leche de mi vieja.
Pasado todo eso, le dejé escrito en facebook que al día siguiente, mi último día en Quito, iba a estar  a las cinco en la plaza de El ejido tratando de dar en adopción al perrito de los mormones. 'Si te pinta, venite, te quiero ver antes de irme.'
A las seis y viendo que no venía. me conecté desde un cyber para ver qué había pasado. En el camino al cyber el perrito que de tan bebé entraba justo en mi campera, comenzaba a despedir algo calentito. El cachorro me había cagado por completo, toda la remera que tenía debajo y una parte de mi bombacha; pero poco me importó. Me conecté cinco minutos para descubrir que no había visto mi mensaje. Para hacer chistes, el destino se estaba zarpando.
Volví triste y cagada a la plaza para por suerte dar con el padre del perrito, un colombiano que al pasarme por al lado y ver el cachorro se enamoró a primera vista. Se lo ofrecí rogándole que se hiciera cargo y dejándole mi mail, facebook y tres dólares para la leche. Lo vi tan feliz con el bebé en brazos que me quedé super aliviada. Regresé nuevamente en el puto trole de las siete, esta vez pude bajar a tiempo.
Esa noche con la negra comimos un pescado riquísimo y hablamos horas de nuestras desgracias amorosas y lejos de hundirme, me hizo muy bien. Escuchar historias ajenas y tomar distancia de las tuyas te hace ver las cosas de otro modo. La negra había pasado cosas duras en serio. Lo mío era una peleíta más, sólo que implicaba un distanciamiento físico que pesaba y dolía. Nos abrazamos fuerte y me fui a dormir, yo tenía que levantarme a las cinco para irme al aeropuerto.
El check-in fue la escena más desgarradora de todas o al menos está  en el top tres de peores momentos del viaje. El puesto dos se lo llevó el despegue del avión. Escribí un poema tan triste en el vuelo que jamás lo voy a publicar y lloré todo el tiempo contra la ventana para que nadie viera lo patética y triste que me sentía. Si, pude haber rechazado el pasaje y elegir quedarme pero las madres nos pesan y también entendía su dolor. 'Como mucho puedo volver', fue con el verso que elegí consolarme
"Tanto estudio al pedo, decime una cosa: ¿qué pensás hacer de tu vida? ¿por qué elegís vivir así como los crotos? Dejate de joder con eso de andar viajando así". Ya van tres o cuatro veces que intento explicarle que yo no planeo viajar 'de hippie' por el resto de mi vida y que incluso eligiendo eso ella no debería interferir ni tomar decisiones por mi. Pero no termina de entenderlo , y mucho menos mi padrastro: "La piba empezó a ser así después de que se escribió todo el cuerpo, Cristina, vos no te das cuenta?". Estoy convencida de que ambos se metían ficha mutuamente. De que él seguramente le habría reprochado dejarme ser y hacer lo que quisiera y que ella lo lamentaría y se sentiría culpable.
Mi mamá siempre creyó que sería como mis otras compañeritas de la escuela, como Mara quizás, que ya se casó y tiene un trabajo 'bien', o como la Colo, que tiene muchos trabajos y se viste siempre tan lindo. Pero no, le salió una Moli que ya dejó cinco carreras por la mitad y que aún sigue pensando qué otras cosas estudiar y qué otro número de semáforo armar para su próximo viaje.
De chiquita cuando algún peligro rondaba o cuando mi padrastro reaccionaba feo frente a otra gente como para iniciar una pelea -era y es un tipo calentón- mi mamá lo frenaba diciéndole ' Juan Carlos, la nena!', como recordándole que yo estaba ahí y que tenía que cuidarme.  Y si bien ahora estoy acá y por ser padres sienten que deben seguir cuidándome, mi meta es que le diga:  'Juan Carlos, soltemos la nena!.






No hay comentarios:

Publicar un comentario