No veo la
hora de llegar a casa. Bah, casa de mi novio. Pero en fin, ya resolví esa
incomodidad de llamarle ‘casa’ sin un posesivo adelante. De hecho, él se siente
casi halagado cuando digo ‘casa’ así que es un golazo.
Voy caminando tan rápido que ni pienso en
jugar a no pisar los bordes de los mosaicos. Es más, me siento madura y
superada por no estar haciéndolo, pero por dentro sé que apenas pueda caminar
lento voy a volver a jugarlo. Pero eso no importa ahora. Sólo quiero llegar a
casa y que el transcurso sea lo más rápido posible. Pero parece a propósito,
cuanto menos uno quiere ver gente, aparecen los que encabezan la lista de ‘personas
que odiaría cruzarme cuando voy caminando rápido y de mal humor por la calle’.
Que no es gente que no bancas sino que todo lo contrario. Es esa gente que no
podés no parar a saludar (porque puede que se depriman, dejen de hablarte o le digan a tu mamá que sos una insolente por
no haber saludado) pero que, a la vez, no sabés qué decirles en escenas tan
repentinas.
-‘Tanto
tiempo!’ Mirá cómo tenés los brazos todo pinturrajeados. Queeeé looocaaa! (con
una tonadita ascendente, horrible e interminable)
Sin duda
los tatuajes funcionan de imán para preguntas idiotas:
-“ Qué
significa esto? Por qué te lo hiciste?. Uuuy, y eso?! Una calavera? Ay qué
miedo…por qué una calavera?”
Y te lo
dicen preocupados. Como suponiendo que si te tatuás una calavera tuviste una
adolescencia ultra problemática o que alguno de tus padres es alcohólico o está
en cana. Y ahí se supone que viene tu explicación barata de por qué te gustan
las calaveras y no las flores de loto, con un ininterrumpido contacto visual
como para evaluar tu mentira, porque ellos están convencidos de que lo que decís
es todo ficticio y que estás sufriendo y necesitas terapia.
Pero fingen
comprar tu mentira y es ahí cuando tenés que ser lo suficientemente astuto para
rápidamente mirar el reloj e improvisar un compromiso urgente para escapar o
sino…
-‘Pará… pará,
y tu mami cómo anda? Sigue con el negocio? Ay y qué te dice de los tatuajes!
Debe estar como loca, o no?!”
Y ahí,
cagaste. Cuando empiezan a preguntarte por el resto de tu familia, es mala
señal. A partir de ese momento tenés que considerar unos 20 minutos extras para
llegar a tu destino.
-“ La puta
madre que las parió a todas las amigas
de mi mamá y al mini usb del orto que no aparece por ningún puto lugar y no me
deja cargar el mp3 para poder caminar por la calle con música y que me funcione
de excusa para no saludar a nadie y maldita facultad hippie por estar justo en
el medio del centro y la peatonal!”
...
Me cuesta
controlar mi irritabilidad post-periodo y pre-examen final. Sepan disculparme
si no los saludo al cruzarlos por la peatonal. Odio la peatonal. Me parece un
desfile de personajes. Siempre pienso que los que caminan por ahí, exageran lo que hacen porque se sienten tan
observados que necesitan sobreactuar cada uno de sus pasos. Para mi, es por la tipica escena de película en que el personaje camina entre el gentío y se sabe el protagonista de la escena. O algo así.
Dos de cada tres
encuentros casuales en la peatonal suelen ser explosivos, con griterío y abrazo
de koala de por medio. Y si hay algo que no soporto es el derroche de euforia
en pelotudeces. Si un día se ganan la lotería, qué onda? Se mueren de un
infarto? Bueno, por mí que se jodan.
A mi siempre me pareció que los tipos que andan de traje por la peatonal se sienten como Travolta en fiebre de sábado por la noche.
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