No entiendo cómo es que la gente sufre
por cumplir años. A mi me encanta cumplir años. Siempre me gustó.
Sobre todo desde los 10 años en adelante, cuando ya tenía amiguitos
para invitar en vez de sólo los compañeritos de curso que si o si
había que invitar. Antes de esto, era tan olfa que me costaba hablar
con la gente, invitar a jugar y todas esas porquerías. Yo me sentaba
con Vanesa, la otra olfa del curso que era peor que yo. Salvo que
ella era rubia y yo una pequeña Pocahontas, teníamos varias cosas
en común: las buenas notas, los papis con plata y, por ende,
nuestras madres que hacían regalos de cumpleaños copados. Yo creo
que nos invitaban a los cumples sólo por eso.
Ella era ñoña por las buenas notas
mientras que yo me dedicaba a la escuela porque no tenía con quien
jugar; pero prefiero decir que lo hacía por amor al arte. Además
era sabido que se acercaba a mi por interés o porque su mamá la
obligaba.
En la
primaria era algo común. Las madres te hacían la cabeza para que te
juntes con las pibitas que se sacan buenas notas o directamente te
obligan. Te hacìan esas comparaciones de mierda entre las nenas con
las que te juntás vos y las olfas, esas que por más que te las
tengas que fumar cada tanto jugando a la mamá, parecían asegurarte
un Muy bueno o un Bueno + por el sòlo hecho de juntarte con ellas.
De
todos modos, no me quejo. Vanesa tenía todos los colores pasteles de
las biromes Signo más caras que nadie tenía. A mi también me
convenía sentarme con ella.
Ella
siempre festejaba los cumpleaños en el mismo salón: 'El duende
rojo' o el azúl, que quedaba a unas pocas cuadras. Estaban buenos
porque se morfaba rico, tenía piñatas con mercadería copada y un
salón de baile con bola de colores y esas cosas. El garrón era el
nombre. No daban los lugares que sonaban a infantiles pero bueno, nos
hacíamos las grandes igual y en las tarjetitas se empezaba a usar la
palabra 'asalto' para mostrar esa 'madurez'.
Mis
cumpleaños tampoco se quedaban atrás. Tenían tanta repercusión
que hubo un año en que la mamá de Nadine, mi mejor amiga que para
entonces no era tan amiga, la llamó a mi vieja para pedirle que por
favor no la excluyéramos a la flaca, que estaba triste porque casi
todo el curso iba menos ella. A ese cumple Nadine se invitó sola.
Justo
ese año había laburado un montón a mi vieja para que me dejara
decidir o al menos intervenir en la organización de mi cumple.
Habíamos quedado en que yo me fumaba que fueran las hijas de los
socios-garcas de papá mientras yo decidiera a quien invitar del
curso. Convencerla fue un logro hasta que el episodio de la flaca me
hizo quedar como una hija de puta y, lo que es peor, mi mamá terminó
teniendo razón.
Mis
cumpleaños eran bastante a todo culo por dos cosas: un padre con
plata y orgullo de que la piba siguiera saliendo abanderada.
Todavia
conservo una caja gigante con vhs's de todos mis cumples, desde los 5
hasta los 15, que al día de hoy resistió 9 mudanzas sin terminar en
la basura. No sé por qué pero me conmueven y cada tanto pienso en
reverlos, no muy de cara y con algunas amigas. Por ahora lo sigo
postergando, no sé si estoy lista. Pero no puedo culpar al filmador
tampoco. Se sabe que las modas cambian rápidamente y que las
payasadas ultra cursis que nos hacían hacer en los 90 hoy son el
hazmereir de los chicos modernos. Nestor sólo cumplía con su
trabajo. Y de hecho, lo hacía muy bien. Lo único que he notado y
siempre me llamó la atención fue su fijación con Bryan Adams, el
cantante de boleros más empalagoso de los 90's. No me gustaba para
nada que ese boludo interpretara los soundtracks de mis fiestitas. Mi cara de culo y un tema de Bryan Adams en el video parecían
ilustrar el cumpleaños más triste del mundo de una nena seguramente
huérfana, adoptada o con algún familiar preso.
Nestor
estaba atento a todos mis movimientos. Era como tener mi propio
paparazzi, pago pero paparazzi al fin.
Su
momento favorito, al igual que el de todos los filmadores, era el de
la torta, obvio. Digo obvio porque a estos tipos les encanta verte
incómoda o esforzándote. En ciertos momentos o, mejor dicho,
rituales, no se tiene espacio ni escapatoria (o si, pero quedás como
un nabo entonces mejor bancártela) y registrar eso es fascinante
para ellos.
La
torta frente al cumpleañero con velas encendidas, amigos y enemigos
rodeándote,afinando una canción que data de hace más de dos siglos
y algún que otro familiar llorisqueando de emoción. Seamos
honestos, la escena además de aterradora es una mierda.
Especialmente para una pibita tímida que no tolera a la gran mayoría
de sus invitados.
Muchas
veces me he cuestionado cuáles eran esos momentos horribles en los
que uno más se expone para, a partir de ellos deducir
características generales de una persona. No lo confundan como el
'dime con quién andas y te diré quién eres' porque lo odio. Mi
mamá me lo decía siempre cuando me juntaba con Mayra, la
'adelantada' del curso que se afeitaba las piernas a los 12 y por
tanto, era puta.
Me
refiero a situaciones como por ejemplo un choque. Cómo reacciona el
chocado y cómo lo toma el pelotudo que choca.
Bueno,
con el momento de la torta pasa exactamente lo mismo. Yo me atrevo a
postular que 'como uno se comporta en el momento de la
torta, así es en la vida'.
Por
supuesto que el comportamiento va cambiando. De chiquita, mi
estrategia era concentrarme en un vértice de la torta y fijar la
vista ahí hasta que lo peor pasara. Años más tardes miraba a la
gente a mi alrededor y sonreía como agradeciendo no sé bien qué
(si al fin y al cabo ellos venían a mi fiesta, se divertían y comian
todo,y a veces sin hablarme).
Hasta ahora, mi táctica sigue siendo la misma. Miro a todos,
uno por uno, y los obligo a cantar fuerte y afinadamente y acuso a
quien no esté cantando pidiéndoles que vuelvan a empezar porque
faltaba esa persona. Mi cara suele ser de felicidad plena. Aplaudo y
me canto a mi misma sólo que me mantengo alerta al boludo que
siempre te quiere enterrar la cara en la torta.
Supongo
que finalmente encontré gente linda con quien reunirme a festejar.
Cortaría
este texto acá para cerrar con un final choto y feliz pero me acabo
de acordar de una anécdota que no puedo dejar de contar. Si, fue en
un cumpleaños de Nadine.
Sus
fiestitas fueron siempre minoritarias. Ella tampoco tenía muchas
amigas en la primaria. Y al contrario de mis fiestas, ella tenía que
recordarle a la gente que fuera. Hubo un cumpleaños en que sólo yo
me acordé. Tuvo su lado bueno. Nos comimos todos los sandwichitos.
El único garrón fue presenciar una pelea entre ella y su papá
porque no le había conseguido los sandwichitos de palmito como ella
quería. O algo así. Muy típico de Nadine.
Desde
entonces la flaca se avivó de que los cumpleaños con poca gente eran mejores. La comida rinde más y se puede sacar mano más
cómodamente. Fue así que empezamos a hacernos amigas de gente poco
popular que hacía cumpleaños con rica y abundante comida. La
estrategia era intensificar la amistad llegada la fecha y caer
siempre antes que todos.
Eramos
bastante mierda pero la vida nos hizo así.
Al
final, creo que esta última confesión dice mucho más de nosotras que lo
que podamos actuar durante el momento de la torta y el cantito de
cumpleaños. Somos unas mierdas pero es por otra cosa, nos cuesta
recibir amor.
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