sábado, 19 de octubre de 2013

El sueño de la posición perfecta y la traición de la vejiga ( o un puto relato consuelo)


Cuando por fin lográs ese posición perfecta para leer en la cama que conjuga comodidad, protección lumbar y vista al mejor ángulo de la ventana que arrima el canto de unos gorriones y un rayo de sol que ilumina el adagio de unas partículas en el aire que, inocentes, te sugestionan y cosquillean la nariz, justo en ese momento, el destino -otra vez tirano- estropea tus planes anticipando un meo que sin duda pudo haberse demorado.
Con hambre no se puede pensar y con ganas de mear no se puede leer . Mirás atentamente y tratás de memorizar la posición de la almohada, tus piernas y espalda pero es inútil. Sabés que estas cosas suceden muy esporádicamente y que es poco o nada probable que esa misma comodidad te encuentre al regresar.
El canto de los gorriones se vuelve una burlesca oda a tu desgracia,el rayo de sol difama la mugre de tu habitación y la almohada, ese chorizo aplastado que en nada se parece a la almohadilla alemana de Arredo y de tus burgueses sueños, todos acuerdan en conspirar contra vos.
La posposición del meo no es una opción considerable y restan segundos para que tu vejiga deje de retener lo inevitable y cual dispenser de golosinas yankee estalle.
Te levantás resignada al baño y el sueño de la posición perfecta tan cerca de cumplirse se disipa.
El inodoro es el trono de la reflexión y las confesiones y rindiédole honor a dichas cualidades, le dedicás las más injuriosas maldiciones a todo aquello que pudo haber favorecido tu desgracia: fases lunares, predicciones astrológicas, herencias genéticas de un deficiente sistema urinario y la presidenta, que tanto se esfuerza y logra cagar la vida de todos los argentinos. Asumir responsabilidades o entender ciclos biológicos son empresas inalcanzables en estas situaciones en las que la ira busca objetivos sobre los cuales disparar.

La inoportunidad de los acontecimientos, en especial de los más odiosos, nunca es casual y traaen bajo el brazo -y con un poco de olor a chivo al principio- un abanico de posibilidades que con tiempo y optimismo se saben apreciar: un amor luego de una ruptura, un nuevo empleo gracias a un despido o un simple relato luego de una posición de lectura perfecta interrumpida (y quizás irrepetible).

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