Cuando
por fin lográs ese posición perfecta para leer en la cama que
conjuga comodidad, protección lumbar y vista al mejor ángulo de la
ventana que arrima el canto de unos gorriones y un rayo de sol que
ilumina el adagio de unas partículas en el aire que, inocentes, te
sugestionan y cosquillean la nariz, justo en ese momento, el destino
-otra vez tirano- estropea tus planes anticipando un meo que sin duda
pudo haberse demorado.
Con
hambre no se puede pensar y con ganas de mear no se puede leer .
Mirás atentamente y tratás de memorizar la posición de la
almohada, tus piernas y espalda pero es inútil. Sabés que estas
cosas suceden muy esporádicamente y que es poco o nada probable que
esa misma comodidad te encuentre al regresar.
El
canto de los gorriones se vuelve una burlesca oda a tu desgracia,el
rayo de sol difama la mugre de tu habitación y la almohada, ese
chorizo aplastado que en nada se parece a la almohadilla alemana de
Arredo y de tus burgueses sueños, todos acuerdan en conspirar contra
vos.
La
posposición del meo no es una opción considerable y restan segundos
para que tu vejiga deje de retener lo inevitable y cual dispenser de
golosinas yankee estalle.
Te
levantás resignada al baño y el sueño de la posición perfecta tan
cerca de cumplirse se disipa.
El
inodoro es el trono de la reflexión y las confesiones y rindiédole
honor a dichas cualidades, le dedicás las más injuriosas
maldiciones a todo aquello que pudo haber favorecido tu desgracia:
fases lunares, predicciones astrológicas, herencias genéticas de un
deficiente sistema urinario y la presidenta, que tanto se esfuerza y
logra cagar la vida de todos los argentinos. Asumir responsabilidades
o entender ciclos biológicos son empresas inalcanzables en estas
situaciones en las que la ira busca objetivos sobre los cuales
disparar.
La
inoportunidad de los acontecimientos, en especial de los más
odiosos, nunca es casual y traaen bajo el brazo -y con un poco de
olor a chivo al principio- un abanico de posibilidades que con tiempo
y optimismo se saben apreciar: un amor luego de una ruptura, un nuevo
empleo gracias a un despido o un simple relato luego de una posición
de lectura perfecta interrumpida (y quizás irrepetible).
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