martes, 29 de octubre de 2013

Emociones new wave: viejos malestares, new names

La angustia no es chic. En un mundo donde todo es inmediato, comprimido y efervescente, no hay tiempo para estar angustiado y si se está, es porque evidentemente se está al pedo y hay que rellenar ese vacío con más cosas, como para que el tiempo no le de cabida a la angustia. Las enfermedades en general son malestares que uno se pesca mientras está ocupadísimo haciendo cosas y se maldicen porque nos pausan y nos exponen a vacíos y los vacíos producen terror, de ellos nace la angustia.
El stress. en cambio, es copado. Habla de una vida acelerada en la que ser multitasking es virtud y 'no tener tiempo' es la respuesta-meta que muchos anhelan decir o se jactan de pronunciar. A diferencia de la angustia, que es de flojitos, la de los multitasking se dice de otra forma: ataque de pánico. Ellos que creían haberlo impermeabilizado todo, se convencen de que esto es otra cosa, como si la angustia al igual que la humedad, no fuese más fuerte que el blotting y lograra traspasarlo todo cuando se acumula e intensifica. La palabra misma lo dice, son 'ataques', algo externo e incontrolable que se nos presenta y no algo que buscamos o pescamos por estar al pedo. El ataque embiste y nos atrasa en nuestras tareas y el pánico que lo acompaña, termina por imposibilitarnos. La angustia es propia de los bohemios que se la rascan y terminan enamorándose de su propio drama y el ataque de pánico es propia de las superpersonas que, pobrecitas, tuvieron la mala leche de caer en eso por la vida acelerada que llevan al ser tan  inquietos y habilidosos.
Hace muchos años fui al psicólogo porque tenía ataques de pánico y esto que describo era mi idea en ese entonces y la que veo que aún vive en mucha gente.
'Lo que vos tenés es angustia', me había dicho Flavio, mi psico.
'Imposible', le refuté, casi ofendida. 'Qué se cree este tipo que estoy tan al pedo como para un día levantarme y decir me pongo esta pollera y elijo la angustia', pensaba por dentro.
'El ataque de pánico es la forma moderna de llamar a la angustia', siguió él. Y yo, aunque seguía ofendida, me guardé esto que dijo en el tintero. Decía 'moderno' y sonaba a crítica y a mi toda esa cosa de bardear al sistema me re copaba así que tenía que recordarlo.
Con el paso de las sesiones y algún que otro juego que Flavio me hacia hacer, revolvimos escombros y tiramos paredes pesadísimas. Definitivamente tenía una angustia tan grande que hasta llegué a relacionarla metafóricamente con mi escoliosis. Flavio escuchaba con atención todas las pelotudeces que le decía y escribía poco mientras yo hablaba hasta que, no se cómo, se dio cuenta de que me gustaba que escribiera mucho o fingiera hacerlo cuando le contaba cosas 're zarpadas'. Las herramientas con las que el analista hace visible su interés en mi super historia de vida son la birome y el papel así que me vale que las use conmigo, me convencía; y Flavio, complaciente, aceptaba las reglas de mi juego.
'A nadie le gusta admitir la angustia, fijate cómo  reaccionaste cuando te dije que estabas angustiada'. El hijo de puta la pegaba siempre, eso me daba bronca. Si, ya se que uno no va a terapia para discutir con el analista pero que te saquen la ficha tan rápido tampoco estaba bueno.
El humor siempre ayuda a encubrir inseguridades y más cuando se está para el orto. Por suerte siempre tuve la habilidad de esconder bastante el dolor con chistes idiotas o imitaciones de gente graciosa o quizás se la deba a tantos años de ballet. En la danza clásica, fingir es una orden y 'tu público' jamás debe notar que te está matando el juanete o te empezó a sangrar salvajemente una uña del pie. 'La bailarina es femenina y brilla sobre el escenario donde se  entrega por completo', nos recitaba Silvia, la profe de danza mientras practicábamos frente al espejo sonrisitas falsas para caretear la tortura de las puntas.
Lo cierto es que los 'ataques' existían y por más chiste y carcajada, había momentos en lo que la gente a mi alrededor se volvía zombie o conspiraba contra mi en secreto. Mi pecho se comprimía como cuando te asustan y te cagás toda y te empieza a faltar el aire. De a ratos desaparecía de las reuniones multitudinarias o me tomaba taxis donde estuviera para irme a casa de inmediato. De haber tenido un tachero privado se hubiera hecho la guita conmigo.
Las explicaciones del rato o día después a mis huidas detallaban siempre sobre la misma idea 'No nada, pasa que, que se yo, estoy como con ataques de pánico y bueno, me tuve que ir', como quien explica el cáncer con un preámbulo interminable para evitar el peso de las letras unidas de una: c-a-n-c-e-r. En mi caso eran tres palabras así que el preámbulo era más largo. Jamás se me hubiera cruzado decir 'angustia', esa palabra si que es cancerígena. A nadie se le diagnostica y suena más a poema que a afección médica que se toma en serio.
Menos mal que la medicina y la psicología siempre se la rebuscan para nombrar a las nuevas enfermedades que de nuevas no tienen nada pero que son mas cool si se vuelven a bautizar y justifican la aparición de la latest plaga social, el coaching ontológico. Si bien no estoy tan familiarizada  como para bardearlo con total libertad, de por sí  que se mezclen esas palabras me hace mucho ruido. Siempre odié los coaching o, quizás no y me encantan pero odio el modo en que se llama. Como a todo, yo me quiero pero no banco mi nombre y sobre todo no poder pronunciarlo espontáneamente pero bueno, es otra cosa. Me suena a carrerita alternativa  de psicólogo frustrado que se quedó a mitad de camino o que ya estaba muy viejo para empezar y le temía a la presentación del primer día de clases. Por supuesto que se me cae la cara diciendo esto porque soy experta en abandono de carreras pero me justifico siguiendo en el ruedo y jactándome de que me interesan muchas cosas a la vez.
La realidad es que estas nuevas disciplinas responden a la inmediatez que todos buscamos, el efecto píldora me gusta decirle. A un coach no le contás tu vida entera así que no es un viaje empezar una terapia de este tipo y si bien le puede resultar útil  a muchas personas, yo me quedo con los flavios. Podré hacerme la moderna con muchas cosas pero soy pacata en otras y no hablo sin saber porque he probado terapias alternativas y sigo prefiriendo las long-term relationships y las largas psicoterapias que me saquen la ficha con fundamento y me hagan dar cuenta y reír de mi propia estupidez.




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